martes, 16 de octubre de 2007

Y tú, ¿cómo le hablas a DIOS?

Y tú, ¿cómo le hablas a DIOS?

Monterrey, N.L. a 15 de Octubre de 2007

Hoy se me antoja hablar de la comunicación, pero más que la que tiene que ver con nuestro entorno, quiero hablar de esa que nos permite tener vida y fuerza para vivir, nuestra relación con DIOS.
En nuestra comunicación con DIOS hay tres factores: la llamada, el mensaje y la respuesta.

Hablemos de la llamada,

¿Cómo te diriges a DIOS? ¿Acaso lo haces como si estuvieras hablando con el Padre más amoroso que haya existido quien escuchará cada una de tus peticiones? ¿O le hablas de con una plegaria desesperada y llena de agobio? ¿Tus rezos los haces como quien le habla a alguien muy cercano? ¿O los haces como si estuviera lejísimos e inalcanzable? ¿Tus preces son repetidas y llenas de Fé? ¿O es una jaculatoria simple y tibia? Cuando Pides, ¿das por hecho que la ayuda está en camino? ¿O no esperas nada?
En el momento más difícil, ¿eres capaz de abandonarte en DIOS? O ¿buscas por todos los medios humanos resolver tu problema por si DIOS no te atiende? ¿Crees en los milagros o crees que son coincidencias?

Ahora, hablemos del mensaje,

Existen quienes le llaman cuando necesitan algo y no son capaces de obtenerlo por si mismos. Recurren a ÉL como quien recurre a un proveedor que tiene la obligación de atender sus necesidades a cambio de una oración interesada: “Yo te rezo, TÚ me concedes mi favor, ¿sale?”
Hay otros, que le buscan desesperadamente sólo cuando “aprieta el zapato”. Probablemente, durante muchísimo tiempo ni se acordaron de DIOS, pero tan pronto como comienzan “las pruebas” de la vida, se vuelven los religiosos más llenos de fervor: “Diosito, si me concedes la solución de este problema, te prometo una manda al Santuario este doce de diciembre, ¿si?” y tan pronto como su problema se resuelve, vuelven a guardar a DIOS, hasta la siguiente necesidad.
Hay también, quien pretende obtener ayuda de ÉL sin dirigirse a ÉL, recurren a cuanta novena, oración, santo, Virgen, etc. les llegue a la mano: “Reza esta novena, es muy milagrosa –aseguran esas señoras que de pronto aparecen de quien sabe dónde-. ¿Y el verdadero hacedor de milagros? ¡Posabe!
Y tenemos a los que pretenden manipular a DIOS, haciendo “tratos” de lo más absurdo pretendiendo que puede manejarlo a su antojo: “Si me saco la lotería, le doy la mitad a los pobres” o, “Señor, si de veras me quieres, quítame esta enfermedad” o aún más ridículo: “si me va bien en este negocio, te prometo veinte misas”.


Y Finalmente, hablemos de la respuesta,

Definitivamente DIOS contesta, siempre de la manera que mejor nos conviene, pero somos tan ciegos, que somos incapaces de reconocerlo. Creemos que la solución de nuestros problemas fue más debida a nuestros esfuerzos humanos que a un origen Divino. Hay un chiste que me gusta mucho para ejemplificar este punto: “En un pueblo, había un hombre que presumía de tener mucha FE en DIOS. Resulta que un día, hubo en la región una gran inundación. Cuando el agua llegaba a las rodillas, se apareció un desconocido en lancha y le dijo al hombre: -¡Vámonos! Porque el pueblo se inunda- a lo que el hombre contestó: -Yo tengo FE y DIOS me va a salvar-.
Tiempo después, el agua llegaba hasta los techos de las casas, pasó otro desconocido y le dijo al hombre testarudo: -¡Es hora de irnos!, ya no queda mucho tiempo-; a lo que el hombre contestó: -Yo tengo FE y DIOS me va a salvar-.
Finalmente, llega un helicóptero y le dice al terco hombre, trepado en un techo de una iglesia: -¡Es su última oportunidad! Suba por favor-, el hombre inquiere: -Yo tengo FE y DIOS me va a salvar-. Total que el hombre muere y va al Cielo, al llegar, con una mueca de leve molestia, le pregunta al Creador: -¿Por qué no me salvaste?, siempre tuve FE y creí en TI-. –Mira Hijo- contesta el SEÑOR, -sabes que te quiero mucho, por eso te mandé dos lanchas y un helicóptero, pero tú no te quisiste subir-“.

No importa la religión en la cual descubriste a DIOS, importa más que ya lo conoces y sobre todo, que vivas una vida llena de oración, no para llenarlo a ÉL de Gloria sino para llenarte a TI de ÉL.

Lector Querido, ¿tu cómo le hablas a DIOS?

Un abrazo,

El Escribidor

sábado, 6 de octubre de 2007

Hay de pérdidas a pérdidas...

Lector Querido, te advierto que con este artículo busco abrir en tu conciencia una herida grande y profunda, ojalá que te salga una ampolla muy grande o ya de perdida, que te de una comezón de aquellas que ni con Caladryl se te pueda calmar.

Para ponernos en contexto, permíteme comentarte que partiendo del hecho de que seas religioso o no, puedes llegar a pecar -dañar, afectar, lastimar, molestar, fallar, ignorar- de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Lo que significa que puedes ir desde la más leve de las afectaciones -el pensamiento- pasando por la más común y venenosa -la boca- hasta la más completa, la acción misma.

Pero existe una manera por demás mediocre, cómoda y tibia de pecar: la omisión, que no es otra cosa que no hacer nada. Nos quedamos como en stand by ante la necesidad o problemática del prójimo y es que es más fácil no meterse en broncas ni complicaciones, al fin y al cabo, tenemos muchas cosas más importantes que hacer.

Quiero hablar de tres casos, los tres conllevan una pérdida, los tres tienen soledad, los tres me hicieron plantearme varias preguntas: ¿y los supuestos amigos? ¿Y las condolencias? ¿Dónde está la solidaridad?

La primera pérdida, a mi amigo se le murieron su papá y sus amigos el mismo día. Yo ni supe, fue de esas veces que Dios te lleva a un lugar porque quiere que asistas.

Me lo encontré y me enteré. Me acerqué a decirle que lo quiero y que ahí estoy para lo que se le ofrezca. La pérdida ya estaba dada; el corazón ya sufría; sólo le sobé un poquito.

Mi amigo estuvo en grupos y más grupos, es especial parroquiales, pero resulta que ese día, cuando se le ocurrió morirse a su papá, los amigos estaban demasiado ocupados para asistir al amigo, para soportarlo un poco, para condolerse con él.

 Omisión a todo lo que da!!!! Y los pretextos sobran: no me llegó el mail, tenía una llamada perdida pero no reconocí el teléfono, ya lo iba a buscar pero tuve un problema, tengo mucha chamba, me queda muy lejos. ¿Yamiqué?

La segunda, a un cuate -me pasó lo que pasó con Mochin, no alcanzamos a ser amigos- que gozaba de plena salud, una vida promisoria, una familia feliz y próspera, de pronto, le tocó partir sin decir adiós.

Una pérdida, como dice la canción: the good die young (los buenos mueren jóvenes). Una esposa desolada, un hijo desconcertado.

Mi amiga, triste a más no poder, perdió a su hermano. ¿Y los demás? ¿Los cientos de personas que conoció cuando joven? ¿Los amigos de los grupos parroquiales? La omisión se hizo presente otra vez. ¿Yamiqué?

Por último, una pérdida de esas que nomás son materiales, a la señora de la limpieza de la compañía para la que trabajo, le robaron veinte mil pesos de su casa.

A mí se me hace una cantidad muy respetable, imagínense lo que representa para una persona que gana apenas arriba del sueldo mínimo. Si no eran los ahorros de toda su vida, al menos lo eran de una muy buena parte de ella. Y se desahogó con la gente de la oficina, pensando que depositaba sus penas en gente que la estimaba. Pero ¿saben qué hizo la gente que escuchó sus lamentos? Se lo recuerda cada vez que la ve: Todavía tiene los ojos rojos de tanto llorar Señora, -le dicen- es que no es para menos. O sino dan rienda suelta a su morbo: ¿Ya sabías que a la señora le robaron? –Con un tono como de vecindad-. Pero, ¿Alguien se ha acercado a ver cómo le va a hacer la señora para pagar sus recibos? ¿O con qué va a comer? ¡Para nada! Al fin y al cabo, es la señora de la limpieza y ya debe estar acostumbrada a esas cosas. ¿yamiqué?

Recuerdo hace unos días, uno de mis subordinados tuvo una pérdida, se le murió el perro y estaba muy preocupado porque no sabía cómo iba a decirle a su hija la verdad. Me quedé pasmado al ver tanta urgencia ante una situación tan trivial. Es que hay de pérdidas a pérdidas. Para él es el fin del mundo que se muera su mascota pero, ¿y la señora de la limpieza? Esa no es mi bronca.

Justamente ese es el problema que quiero enfatizar, vivimos ensimismados en nuestro propio bienestar y nos volvemos egoístas e inmunes al dolor ajeno, a tal grado que perdemos la noción de las cosas y su verdadera dimensión, olvidamos que como humanos estamos en niveles de vida y de madurez diferentes y que mientras más ascendemos, en lo material y lo espiritual, nuestro compromiso con los demás aumenta. Dios espera más de nosotros mientras más tenemos: Siervo flojo y malo, te di un talento….

Lector Querido, un abrazo para que no pases indiferente ante los sufrimientos y necesidades de los demás,

El Escribidor

Monterrey, N.L. a 6 de Octubre de 2007

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...