Monterrey, NL a 29 de
abril de 2020
Cuéntale tus planes. Así dice el dicho y así son las cosas.
Yo creo que es más fácil entender lo que nos pasa si lo
vemos desde la óptica de nuestra realidad. Me gustaría saber –por pura
curiosidad estadística- cuántos de los planes trazados con esmero y exactitud
se vinieron abajo con esto de la pandemia.
Sería muy divertido ver la cara de los grandes hombres de
negocios, recios en su carácter, decididos en sus planes y estrictos en su
manera de ser, cuando les dijeron por primera vez: Don mandoatodomundo, sabe
que el sr. Otroquemandaatodoelmundo no va a poder reunirse con usted. ¿Ah sí? y
eso, ¿por qué? ¿No sabe acaso con quién está hablando? Este, si Don, pero
resulta que está prohibido viajar por avión y pues los vuelos están retrasados
o de plano cancelados. ¿Y eso por qué? Lo que pasa Don, es que hay una pandemia
de coronavirus. Mmm puros pretextos para no trabajar.
Y se aplicó la contingencia no le hace que fueras morenito o
güerito; chaparro o gigante; católico o musulmán; pobre o rico; bonito o más
bonito. Todos a su casita a disque hacer Home
Office, que no es más que otra forma
de decir, vamos a capacitarnos On-Line,
a jugar en el cel y a ver videos. Ah
y a tener hartas juntas, finalmente hay que justificar el sueldo.
Los «lo quiero para ahorita» se cambiaron por los «¿Cuándo
crees que me lo puedas tener?».
Las oficinas se cambiaron por salas.
Los trajes se cambiaron por pijamas.
El Stress se
cambió por Relax.
Y ni quien pille por estos cambios de modalidad. Ni quien se
queje –salvo sus deshonrosas excepciones que se aferran a quitarle lo hogareño
a las videoconferencias de Home Office- por la humanización de la deshumanizada
vida laboral.
Hay un grupo de seres
vivos que el Home Office les viene guango.
Puede ser la junta más importante del día y si al niño se le
ocurre que quiere mostrarle su pictórica obra de arte en ese momento a su papá,
pues va y se la muestra. Al fin y al cabo, el papá y su junta están invadiendo
su otrora terreno y horario de juego. Y ni quien diga nada.
Las mascotas son otro caso que se cuece aparte, puede estar
la clase universitaria virtual en pleno apogeo pero si al gato se le ocurre ir
con su ama, aunque sea la maestra, rompiendo todo el protocolo va y se aposenta
en sus piernas, como quiera suelen ser suyas. Y ni quien diga nada.
No podían faltar los campeones de la impertinencia, lo
cuales a media reunión por video conferencia y en el momento de más seriedad,
les da por afilarnos nuestros cuchillos, comprar nuestra chatarra o simplemente
traernos una serenata no solicitada. Sólo se escucha un «disculpas» de aquel
que, en un descuido, dejó encendido su micrófono. Sonrisas de fondo, un poco de
relajación y la junta continúa. Y ni quien diga nada.
¿Y las agendas? ¿Y los planes estratégicos de negocios? ¿Y
los planes personales? Excuso decirles que perdieron vigencia. No hay planes
más allá de un mes. Aprendimos a vivir un día a la vez, una semana a la vez, un
mes a la vez.
De hecho el dicho judío original dice: Nosotros planeamos,
Dios se ríe.
Y como no se va a reír si los humanos en nuestra pequeñez
creemos que tenemos el control de nuestras vidas. Creo que ya quedó más que
claro que lo único que podemos controlar son nuestros celulares y nuestras televisiones.
A mí me da mucho gusto que Dios nos haya puesto un hasta
aquí a todo nuestro relajo. Que nos haya puesto una pausa general para repensar
nuestras vidas egoístas y llenas de materialismo. Que bien que nos puso cara a
cara con nuestra debilidad humana –aunque pienso que se vio muy extremo pero de
otra manera se me hace que no hubiéramos recapacitado.
Solo nos queda esperar a que nos den permiso para retomar el
permiso de seguir con nuestras vidas. ¿Cuánto faltará? No los sabemos. ¿Cómo lo
haremos? Ni idea. ¿Cómo seremos después de que todo este asunto concluya? Sepa.
De una cosa estoy seguro, cuando se den las cosas, ya nada
será igual, queramos o no. Hagan de cuenta que nos quitamos un zapato después
de mucho caminar y nos lo queremos poner de nuevo, no va a entrar. Así será,
vamos a querer tomar nuestra vida normal y no va a entrar. Entonces, tendremos
que evolucionar.
Lectora, Lector Queridos, los invito a que nos preparemos a
una nueva vida sin saber cuándo llegará.
Les mando un abrazo evolucionado y con el permiso de Dios,
para que no se ría,
El Escribidor