jueves, 24 de mayo de 2012

Al cuerpo ¡Lo que pida!



Monterrey, N.L. a 24 de Mayo de 2012


Me platicó mi padre que en una ocasión, conversando con cierto amigo le dijo: Mire,  yo le doy al cuerpo, ¡lo que pida! si me pide comida, pues comida le doy; si me pide vino, vino le doy; si me pide mujeres, mujeres le doy. Oiga –Preguntó con un tono pícaro mi padre- ¿y si le pide trabajo? ¡Ah pero que cuerpo tan mañoso! – Contestó algo contrariado el tipo-.

Viene al caso esta anécdota para ejemplificar como los humanos, al sentir ese faltante en nuestra vida –como un hueco en el pechito, diría mi esposa-, nos damos a la tarea de buscar en todo tipo de satisfactores físicos, al fin y al cabo, cuerpo somos y al cuerpo ¡lo que pida!

Cambiamos de nombre y nos volvemos: ludópatas, bulímicos, anoréxicos, compradores
compulsivos y quedamos expuestos a todo tipo de adicciones y dependencias. Sin embargo, lo más triste radica, en que esos satisfactores son solo paliativos y lo único que dejarán en nosotros al final, es el mismo hueco y una enorme cruda moral.

Según Maslow, los humanos pasamos por una serie necesidades que van desde las fisiológicas hasta las de autorrealización. A mi se me hace que no le entendimos bien. Lo que él nos quiso dar a entender es que después de realizar una búsqueda exhaustiva de algo que llenara nuestro huequito existencial, se dio cuenta de que la cosa no iba por ahí y más bien dejó la dichosa pirámide para que ya no buscáramos por ese camino.

Y es que la razón es porque si bien, nuestro buen DIOS nos dotó de un cuerpo –hermoso, para algunos, “pasaderito”, para muchos otros- definitivamente nos dotó de un alma y ahí está la clave.

No puedo decir donde está el alma, nadie lo sabe. Pero lo que si puedo decir es que no está fuera de nuestro cuerpo. Entonces, ¿Por qué somos tan obstinados en buscar nuestras respuestas fuera de nosotros? Yo creo que si buscamos hacia nuestro interior, será más fácil encontrarnos con nuestro buen DIOS, platicar con él  y todas las respuestas vendrán a nosotros, una tras otra y la PAZ.

En oriente le llaman a ese lugar anatta no-alma y shunyata, la nada. Ellos consideran que si nos damos cuenta de que no existe nada desaparece la angustia porque todo pierde sentido. Para ellos eso es suficiente para tener paz y alegría. Yo digo que para ellos está bien.

Ahora bien, es la hermosa dualidad cuerpo-alma, la que nos permite esa plenitud de vida: gozar de lo físico, que para eso está el cuerpo, pero alimentarnos de lo espiritual. Un continuo vaivén del pozo al desierto. Del alma al cuerpo. Ir y venir, pero disfrutar y trascender.

Querido Lector, con mucho cariño te digo, comienza tu búsqueda, pero no olvides tu cuerpo.

El Escribidor



PD.- ¿ya leíste?

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...