Las situaciones que estamos viviendo -la pandemia, el
encierro, las actividades sociales limitadas, la economía en declive, el
hastío, entre otros- ha provocado en los humanos una serie de afectaciones por
demás intensas y variadas, las cuales van desde una depresión leve hasta las
neurosis más severas rodeadas de todas sus consecuencias psicosomáticas y
fisiologías tales como migrañas, úlceras, colitis, dermatitis y muchas más que
podríamos mencionar pero que no tiene sentido hacerlo porque todas parten de un
origen común: la falta de aceptación del momento tal como es, en lugar del
momento que quisiéramos que fuera.
Es esa lucha interna por aferrarnos a cambiar las cosas que
no son o por angustiarnos por las que pudieran ser, la que nos ocasiona toda
esa problemática.
Pues bien, ¿qué creen? Esta situación no es nada nueva. Ya
desde antiguo, la gente vivía angustiada por el futuro incierto y deprimida por
el inalterable pasado. Ahí está la clave de la búsqueda de las principales
religiones del mundo: vivir el momento presente sin preocuparnos por el futuro.
Me encontré una
edición moderna de un libro muy viejo (1944) que se llama: «Como suprimir las
preocupaciones y disfrutar de la vida» (Dale Carnegie, Ed. Sudamericana, 2013, pág.
299): «viví en el jardín de Alá, un artículo referente a los árabes beduinos y
la manera como enfrentan las situaciones adversas como las que vivimos
actualmente».
Para ejemplificar, cito un párrafo: «Entonces, hice lo que
Lawrence me indicó: me fui a vivir con los árabes beduinos. Me alegro de
haberlo hecho. Me enseñaron cómo cabe
librarse de la preocupación. Como todos los fieles mahometanos, son fatalistas. Creen que cada palabra
escrita por Mahoma en el Corán es la divina revelación de Alá. Así, cuando el
Corán dice: "Dios te creó y creó todos tus actos", lo aceptan
literalmente. Tal es la razón de que tomen la vida con tanta calma y nunca se
apresuren ni se malhumoren innecesariamente cuando las cosas se tuercen. Saben
que lo ordenado ordenado está y que sólo Dios puede cambiar las cosas. Sin
embargo, esto no significa que, ante una calamidad, se sienten y no hagan nada.
Para ilustrarlo, les hablaré de una rugiente y ardorosa tempestad de siroco que
soporté durante mi permanencia en el Sahara. Aquel gemir desesperado del viento
duró tres días y tres noches. Era un viento tan fuerte que llevó arena del
Sahara a cientos de kilómetros de distancia, a través de todo el Mediterráneo,
hasta el valle del Ródano, en Francia. Era un viento tan cálido que me hacía el
efecto de que me estuvieran abrasando el cabello. Tenía la boca y los pulmones
resecos. Mis ojos ardían. Mis dientes estaban llenos de arena. Tenía la impresión
de estar frente a un horno en una fábrica de vidrio. Estuve tan cerca de la
locura como puede estarlo un hombre que consigue conservar el juicio. Pero los
árabes no se quejaban. Se encogían de hombros y decían: Mektoub! ("Está
escrito")».
Quiero redondear dos conceptos antes de pasar a echarles mi rollo.
Primero, el término fatalista
se refiere a aquella persona que cree en el destino y en lo inevitable de él.
Es decir, si algo está determinado por Dios para que suceda en tu vida, no
importa cuántas maromas realices nunca escaparás de esa situación.
Segundo, esos beduinos a los que hace alusión el artículo
son pastores nómadas. Para ponernos en contexto, no tienen un lugar fijo donde
vivir; viven en un clima extremo que va desde los 10°C por la noche hasta los
50°C en el día; normalmente les falta agua; la comida es escasa y están a merced
de los cambios climáticos, en especial las tormentas de arena. Visto así, lo
podría resumir en dos palabras: ¡está canijo!
Analicemos la situación actual desde esa óptica, Lectora,
Lector Queridos.
¿Qué pensarían del encierro los beduinos? Ellos se la pasan
viajando todo el tiempo, salvo los momentos en que establecen un campamento
temporal. Normalmente son familia. Desconozco sus actividades pero para nada
cuentan con internet ni con las comodidades de la época moderna que caracteriza
nuestro «encierro». Tienen que prepararse su propia comida. En resumen,
#sequedanencasa sin hacer tanto pancho.
¿Y de la pandemia? Deben estar muy conscientes de que si se
enferma uno de sus miembros, potencialmente afectan a toda la tribu. Estoy
seguro que tienen establecidas ciertas reglas de higiene y conducta que
permiten salvaguardar la integridad de todos. Nada de andar con tonterías como:
a mí no me va a dar; esa enfermedad no existe o de plano, a mí me vale. De
seguro expulsan a todos aquellos que no piensan en el bien de la mayoría.
¿Y de la economía en declive? Se me hace que les vale queso,
es tanta la escasez de agua y de comida, que han aprendido a aprovechar al
máximo los recursos y nada se desperdicia. Cuando alguien obtiene algo, se
reparte por igual entre todos. El dinero viene a ser un recurso secundario que
se utiliza únicamente cuando tienen contacto con algún comerciante pero no es
algo que los mueva. Son ecológicos, cuando llegan a un oasis, utilizan
únicamente lo que necesitan porque alguien más vendrá después de ellos y
también requerirá de lo que ahí se encuentra.
Finalmente, ¿qué sucede con ellos y el estrés? Pues nada.
Los beduinos viven un día a la vez. Saben que si algo sucede es porque «está
escrito». Alá –que significa Dios en árabe- ya escribió toda su historia y todo
los que les suceda, sea bueno o malo, fue decidido por Él. ¿Qué caso tiene
preocuparse por algo si se tiene la convicción de que Alá lo prescribió? No hay
manera de cambiar lo que «está escrito». Cuando les cae una tormenta, se encogen
de hombros y dicen «Mektoub». Si se les muere el ganado, solo dirán «Mektoub».
Si hubiera una pandemia dirían «Mektoub». Si algo sucede, «está escrito»,
¿acaso hay algo más inteligente que Dios? Él es la inteligencia suprema que
define la historia de cada uno de ellos y lo que les suceda, será porque era lo
mejor que podría sucederles. ¿Les suena familiar esto?
Viviendo de esta manera, no tienen que preocuparse por qué van
a comer o que van a vestir, ¿para qué? Alá ya escribió cada momento de su vida y
no va a cambiar por más que se empeñen. Entonces todas las enfermedades y
padecimientos ocasionados por el estrés simplemente no existen.
¿Y si nos hacemos árabes? Bueno, se supone que nosotros no
creemos en un destino impuesto, pero si creemos en un Dios bueno que vela por
nuestro bienestar y nos permite la oportunidad de seguir un camino que es el
que más nos conviene, pero para eso tendríamos que abandonar todas nuestra
excentricidades sociales y religiosas y vivir realmente como personas que velan
por el bien propio y del prójimo, pero desafortunadamente, vivimos inmersos en
un mundo egoísta donde el «yo» es más importante que el «nosotros».
Te mando un abrazo que suscite en ti una resignación para lo
que estés viviendo, «Mektoub»
El Escribidor
Monterrey, N.L. a 28 de julio de 2020
1 comentario:
Excelente!!!! es una frase que me encanta y debemos ser comsientes de ello cada día, Un día a la vez!, pero se nos olvida muy frecuentemente, y estoy totalmente de acuerdo en que TODOS debemos velar por el bien de TODOS, esto es, responzabilizarnos de nuestris actos para que éstos sean de benefocio para nuestro prójimo!
Felicidades! Un gusto volver a leerte Escribidor!
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