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miércoles, 12 de agosto de 2020

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos ha pegado en el bolsillo, en el corazón, en los sentimientos, en las emociones y yo pensé que, hasta este momento, no nos había pegado en el conocimiento, pero resulta que sí.

Se habla de una pérdida en el PIB como hacía mucho no sucedía en el mundo, según el Banco Mundial: «La COVID-19 ha tenido un enorme impacto a nivel mundial y ha causado pronunciadas recesiones en muchos países. Las proyecciones de referencia pronostican una contracción del 5,2 % en el producto interno bruto mundial en 2020, lo que constituye la recesión mundial más profunda que se ha experimentado en décadas.» Y eso, en definitiva, llegará a afectarnos a todas nuestras carteras, querámoslo o no. Nimodo!

Han sido muchos los que han caído a consecuencia del bicho, según la Universidad Johns Hopkins: «Han pasado poco más de seis meses desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una emergencia global por la emergencia del nuevo coronavirus.

Desde entonces, el coronavirus continúa propagándose por el mundo, con 20 millones de casos confirmados en 188 países, según los datos de este lunes de la Universidad Johns Hopkins. Más de 730.000 personas han muerto a causa de la infección.» Esto hace que, de manera directa o indirecta, todos hayamos tenido alguna pérdida humana y eso duele. Nimodo!

 Simple y sencillamente, las relaciones interpersonales se detuvieron (a no ser que estés dentro de un núcleo familiar, porque ahí se intensificaron). Pero la posibilidad de conocer gente nueva en persona, de estrechar manos, de repartir abrazos y no se diga, de dar besos, quedó por lo pronto y hasta nuevo aviso, en un simple y triste stand-by. Le llaman distanciamiento social o sana distancia. Nos pega en los sentimientos. Los latinos, y en especial los mexicanos, somos personas muy dadas a tocarnos entre nosotros y si a eso le sumamos el rasgo característico de algunos –presente- de ser kinestésicos, se imaginarán lo difícil que se vuelve esto. Mi oficio es vendedor y mi estilo es muy kinestésico, soy de saludar de mano, de abrazo, de palmada en la espalda. Pues eso de saludar como japonés, solo con una caravana, no se me da. O eso de saludar con los puños o al puro estilo regiomontano (con los codos) nomás no me sabe a nada. Pero en fin, todo sea por conservar la salud, ya vendrán los tiempos de besos, abrazos y apapachos. Nimodo!

 Pero hay algo en lo que no había caído en cuenta y es el hecho de que esta pandemia se ha ido directamente contra los más ancianos. No se trata nada más de las pérdidas humanas, ¿se dan una idea de todo el conocimiento y experiencia que se pierde cada vez que un anciano se muere?

Para mí equivale a una de las acciones más retrógradas y aberrantes de la humanidad: la quema de libros.

En esas quemas perdimos infinidad de obras de arte de la literatura; de información antigua en los códices; de ciencia en los libros de alquimia y muchos, pero muchos, campos de la humanidad se vieron afectados por este hecho.

Bueno, cada vez que muere un anciano, es como si quemaran un libro hasta dejarlo hecho cenizas; se va toda una vida de experiencias y todos los conocimientos de su área de especialidad; todas las historias vividas; ese pedazo de historia del hombre que le tocó vivir y que por medio de sus pláticas es transferido a las siguientes generaciones; en pocas palabras, se pierden varios libros incunables y no existe manera de recuperarlos.

Lo que está sucediendo con la epidemia es que millares de esos libros de valor incalculable, simplemente se están perdiendo sin la menor posibilidad de transferir su conocimiento a alguien más. Primero, porque a muchos los agarró la enfermedad súbitamente y simplemente se extinguieron. Después, porque debido al aislamiento –que de por si para los ancianos ya existía por parte de sus seres queridos- provoca que todo ese acervo se vaya a la tumba.

En nuestra cultura tendemos a hacer a un lado al anciano. Muchas veces nos estorba e incluso se les manda a una institución o asilo, donde gente que no tiene ningún lazo amoroso con ellos les da de comer y los atiende. Les da una vida «digna» con «amor comprado». Hablando en plata pura, calman su conciencia mandando el libro familiar a una biblioteca pública. ¡Qué gandallas!

A diferencia de nosotros, los japoneses sienten un gran respeto por la gente mayor. Los tratan con decoro y cariño, hasta existe un día especial para ellos llamado el “keirou no hi (敬老の日)”o Día del respeto a los mayores en la cual se venera la figura de los ancianos. ¡Bien por ellos!

En lo personal, una de mis hermanas (de hecho, la que me crió) tomó la responsabilidad de los últimos años de mi madre. Se dedica en cuerpo y alma a atenderla. No solo la atiende en sus necesidades básicas; la cuida, la alimenta y le da cariño. En pocas palabras, la venera. Nadie más que ella cumple con el cuarto mandamiento de la Ley de Dios: honrarás a tu padre y a tu madre.

Ella está cuidando nuestro libro incunable. Ella está aprendiendo todo eso que mi madre aprendió en vida. Ella se sabe las historias de mi madre y de la madre de mi madre, y de mi padre y de muchos otros libros de mi acervo familiar. ¡Muchas felicidades!

¡Qué envidia tener la oportunidad de estar de cerca con la anciana de mi familia y disfrutar de todas sus enseñanzas! Bien por mi hermana, tuvo el valor y el amor para atender a mi madre. Me quito el sombrero. Esos son humanos y no pedazos. Espero tener la oportunidad de cuidar yo a mi hermana. Sé que cuidar a un anciano no es cosa fácil, pero estoy seguro que con amor y con cuidados, es posible llevarlo a cabo.

Lectora, Lector Queridos, los invito a cuidar ese tesoro familiar en especial en estos tiempos complicados, dales muchos abrazos de parte mía

 

El Escribidor

Monterrey, N.L. A 11 de agosto de 2020

jueves, 23 de julio de 2020

#Quedateencasa ¡hombre!

Quisiera encontrar la manera de resaltar en el cerebro de cada persona, con un marcador de esos fosforescentes, la importancia de mantenernos firmes en nuestra lucha contra la pandemia y de no bajar la guardia.

Me molesta que por todos lados veo que la gente le perdió el respeto al Coronavirus y simplemente comenzó a salir. Obviamente la cantidad de contagios y muertos se elevó al cielo –bueno, los muertos se fueron para el otro lado–.

Déjenme recordarles (que es diferente de recordárselas, aunque a algunos si se lo merecen) que el bicho es real. El negarlo no nos hace inmunes ni lo desaparece; al contrario, nos expone y nos hace vulnerables al hacer que nos descuidemos ante los posibles puntos de contagio.

Es una realidad: el bicho mata gente, 40.4 mil mexicanos lo pueden corroborar; o si quieres verte más internacional, 615 mil personas a nivel mundial corroboran su mortalidad.

No solo eso, es bien reconocido que el bicho le ha pegado bien cañón a la economía mundial, según el Banco Mundial: «la economía mundial, que, se reducirá un 5,2 % este año [1]. De acuerdo con la edición de junio de 2020 del informe Perspectivas económicas mundiales del Banco, sería la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial, y la primera vez desde 1870 en que tantas economías experimentarían una disminución del producto per cápita» tal como lo indica en su página en un comunicado de prensa del día 8 de junio de 2020.

Y no se diga a nivel nacional. Según un artículo de la redacción de LinkedIn, más de 10 mil Pymes han cerrado en lo que va del 2020 debido a la pandemia.

Hay gente que dice que el virus existe pero que no pasa nada. Quiero citar un ejemplo, una exjefa piensa de esa manera, su hija vino de un viaje por Europa el mes de junio y ya traía el Covid. Resulta que la señora no se cuidó y se contagió, pero corrió con la suerte de ser asintomática. No así las cinco personas de la compañía que fueron contagiadas porque «no pasa nada». He ahí un ejemplo del impacto que podemos tener en mucha gente, ¿Cómo la estarán pasando esas cinco familias? ¿Habrán contagiado a alguien más? ¿La compañía está corriendo con los gastos? ¿Qué creen?

Otro ejemplo más para reforzar mi argumento. Un buen amigo tiene a su mamá de 91 años. La señora estuvo muy enferma de las vías respiratorias el año pasado. Pues bien, como ya dijeron que ya pueden salir en esa ciudad, pues a la calle. Mi amigo está muy preocupado porque si le llegara a dar Covid, difícilmente se recuperaría. ¿Cuál es el argumento? Es que estaba muy aburrida y ya quería salir y casi no sale. Pues lo digo fuerte y quedito, no conozco a una persona en el mundo y en la historia que haya muerto de aburrimiento, pero sé de muchísimas personas –ya lo hablamos previamente- que han muerto de Covid. Le pienso y le pienso y nomás no encuentro algo que justifique el riesgo.

Sé que todos estamos hartos de este encierro. Sé que ya no hayamos que hacer con nuestro tiempo libre. No dudo que ya exista gente que ha visto todas las series de televisión y todos los documentales, pero créanme, es mejor estar aburrido que tener un problema de salud.

¿Qué más les puedo decir que no hayan escuchado aquí y allá?

¿Qué se cuiden por esos seres queridos que están con ustedes y que dependen, no digamos en lo económico, emocionalmente?

¿Qué tarde que temprano esta pandemia pasará y será solamente como un mal recuerdo de muchas cosas que no debimos haber hecho como humanos?

¿Qué ahorita hay mucha gente que la está pasando muy duro por falta de recursos económicos y que si en nuestra mesa no falta el pan, somos muy suertudos?

¿Qué lo importante es la gente que se queda dentro de nuestra casa al cerrar la puerta en la noche y que por ellos debemos cuidarnos?

No sé qué pienses tu Lectora, Lector Queridos, pero yo considero que debemos hacer acopio de nuestra fuerza de voluntad y hacer hasta lo imposible por resistir la tentación de salir. Diría mi padre, hay más tiempo que vida y ya vendrán los tiempos en los que nos podemos hartar de salir, de abrazar, de besar, de pasear hasta que nos sangren los pies, pero ahorita por favor #quedateencasa.

Te mando un abrazo virtual y un montón de paciencia para sobrellevar estos tiempos de encierro, pero #quedateencasa ¡hombre!

 El Escribidor

PD. ¿Ya leíste?

Monterrey, N.L. a 23 de julio de 2020

miércoles, 3 de junio de 2020

Aquí y ahora


Me encontré por ahí un párrafo del libro Golden Day de Robert Burdette que viene a bien para estos tiempos y que dice: «Hay dos días en la semana que nunca me preocupan. Dos días despreocupados, mantenidos religiosamente libres de miedos y temores. Uno de esos días es ayer…y el otro día que no me preocupa es mañana»

Aquí vemos la clave para contrarrestar toda esta neurosis global ocasionada en gran medida por la pandemia y por todos los actores en este juego de dimes y diretes llamado chisme social –léase redes sociales–.  

Por un lado, vivimos preocupados por todas las cosas que dejamos de hacer; o por las cosas que hicimos mal; nos exacerba el coraje por no haber tomado una decisión adecuada y por habernos equivocado. O por habernos equivocado al no tomar una decisión.

Fantasmas del pasado arrebatándonos un presente valiosísimo e irrepetible, impidiéndonos gozar del momento presente.

Y luego aparece la depresión como una factura por cargar con nuestras culpas pasadas.

Eso sí, somos especialistas en el arte de la culpa.

Deporte nacional practicado desde tiempos inmemoriales.

Arraigado en nosotros por nuestros ancestros los cuales dominaban el arte de culpar a otros y sobre todo, de hacernos sentir culpables.

Ratificado por nosotros mismos, blandiendo la culpa como un arma contra los demás tratando de evadir nuestra propia ineficiencia o inmoralidad.

Por otro lado, vivimos preocupados por lo que pueda suceder mañana. Miedos anticipados alimentados por nuestra ignorancia o por nuestra inocencia al creer cuanto informe nos llega sin si quiera cuestionar la fuente.

Calamidades e infortunios imaginarios invaden nuestra tranquilidad y nuestro presente.

Creamos en nuestra mente todo tipo de escenarios apocalípticos y terminamos por creerlos. Ensuciamos una vez más nuestro presente con situaciones irreales.

Entonces aparece el cobro, una angustia desmedida ocasiona en nosotros una ansiedad incontrolable.

Le llaman las enfermedades del siglo XXI: la depresión y la ansiedad. Ambas totalmente psicosomáticas. Ambas totalmente manejables.

Pero no, nos aferramos a creer que de verdad estamos enfermos y nos plagamos de síntomas que nos hacen creer que de verdad estamos enfermos.

Dolores de cabeza, dolores musculares, gastritis, enfermedades de la piel y muchas más aparecen producto del stress, primo hermano de ambas.

Comenzamos la carrera por la salud, asistimos al psiquiatra, al psicólogo, al médico y muchas veces recurrimos hasta con charlatanes para que nos ayuden con nuestros problemas.

Pero la solución es muy simple y está al alcance de nuestras manos. No va a ser fácil pero si somos constantes, lograremos vivir en paz.

La solución consiste en vivir el momento presente. Nada de preocupaciones por lo que pueda pasar ni culpas por lo que pasó. Lo verdaderamente importante es aquí y ahora. Este momento es el más precioso y debemos esforzarnos en vivirlo con una intensidad como si fuera el último momento de nuestro existir.

Vivamos un momento a la vez. Disfrutemos de quienes nos rodean y de lo que nos rodea. Demos gracias a Dios por estar vivos un momento más.

Desechemos todo lo que nos quite la paz y el sosiego.

Recuérdenlo Lectora, Lector Queridos, el momento más importante es el momento que estamos viviendo porque no habrá otro igual.

Para que vivas el momento presente y lo disfrutes al máximo, te mando un abrazo

 

El Escribidor

Monterrey, N.L a 2 de junio de 2020


miércoles, 13 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Monterrey, N.L. a 12 de mayo de 2020


No sé si ya te platiqué Lectora, Lector Queridos acerca de mi animadversión hacia las mudanzas y los cambios radicales en mi vida. No se trata solo de la resistencia al cambio nada más por molestar, es más que nada una resistencia a tener que adquirir nuevos hábitos y el tener que adaptarme a costumbres nuevas.

Ahora bien, resulta que con esto de la pandemia, todo lo que consideramos «normal» se nos fue por un traste y nuestra vida cayó en el «limbo». De hecho, ya hemos estado hablando de los efectos de la pandemia en nuestras vidas y trabajos y ahora quiero abordar el tema de lo que sucederá cuando todo este teatrito se termine y volvamos a la «normalidad».

Los gringos le llaman a esta nueva realidad «new normal» que se traduce literalmente como la nueva normalidad.

¿Pero qué es en si la nueva normalidad? Pues hagan de cuenta que es como volver a nuestra vida normal pero al estilo del tristemente célebre programa de Big Brother donde siempre las reglas cambian y lo que antes se valía simplemente ya no.

Sé que cuando el gobierno dé el banderazo y nos diga que podemos retomar gradualmente nuestra vida, muchos se van a abalanzar sobre sus viejas costumbres solo para darse de topes contra la pared porque simplemente lo que ahí estaba ya no estará.

Por principio de cuentas, yo creo que se van a encontrar un montón de personas paranoicas que al mínimo estornudo huirán cual gacela asustada; eso sin considerar que de aquí a que el cubre bocas caiga en desuso van a pasar varios meses sino es que años; con decirles que ya hasta diseños de los más variados he visto. El cubre bocas llegó para quedarse, ¡eso sí que sí!

Por otro lado, la gente cambió sus hábitos de consumo y pasó de ser escépticos en la compra en línea a ser firmes creyentes. Descubrieron que no solo es seguro comprar por internet sino también es más práctico, cómodo y sobre todo nos evita el riesgo de contagiarnos de quien sabe cuántas enfermedades, entre ellas el Covid-19.

Otro cambio importante en el humano es la manera como aprende y se capacita.

En el Mundo A.C. (Antes del Covid) nos encantaba atestar las salas de capacitación y hacer eventos multitudinarios y hablar de capacitación por Youtube o alguna tecnología similar, simplemente era de flojera. Bueno en el Mundo D.C. (Después del Covid) seremos capaces de capacitarnos motu proprio y tendremos que ser capaces de controlar nuestros tiempos e incluso automotivarnos. 

Hablando de los negocios, en el Mundo A.C. en trabajar el casa era impensable y sólo las empresas más vanguardistas se daban el lujo de mandar uno o dos días al mes a sus empleados más leales –léase los más amaestrados. La pandemia mostró números fríos: para las empresas, el home office representa enormes ahorros en gastos por insumos, en energía eléctrica, espacios físicos, etc. además de disminuir el ausentismo y el estrés, aumentar la productividad y la lealtad de los empleados teniendo una mejor calidad de vida.

En un Mundo D.C. muy probablemente una parte de la plantilla laboral permanecerá en el esquema Home Office y eso ya no cambiará, esa es la nueva normalidad en el trabajo.

En lo social, en un Mundo D.C. es probable que la tendencia sea la disminución de la asistencia a los lugares públicos pero un aumento en el consumo en lo relacionado a servicios a domicilio, eventos vía internet, una mayor utilización de streaming para música y videos. No creo que los conciertos, la asistencia a los restaurantes o cines vayan a desaparecer, más bien la gente cambiará sus patrones de consumo asistirán pero de una manera más selectiva, eso sí cuidando siempre el distanciamiento social el cual se volverá un hábito para el futuro y más allá.

Por último, en la nueva normalidad, nos vamos a encontrar con gente un poco más amable con su entorno ecológico, un poco más solidaria y sobre todo más consciente de su fragilidad humana y de cómo en cualquier momento, puede suceder algo que cambie su vida y la cambie radicalmente. Creo que aprendimos a planear más en corto sin tanta soberbia. El vivir un día a la vez se volvió un grito de guerra.

La dueña de mis sueños –porque ya no tengo quincenas- se apanicó cuando platicamos de un cuadro sinóptico de gobierno donde indicaba las fechas y la manera como se reactivarían las actividades de la vida diaria porque está preocupada de salir diferente después de la pandemia y siente que no ha avanzado lo suficiente en su transformación. Me dio gusto saber que se preocupa por cambiar porque hay mucha gente que simplemente le vale y será exactamente igual que cuando todo este desbarajuste comenzó. Bien por ella.

Lectora, Lector Queridos, no estoy diciendo que esto ya se terminó, todavía falta, pero eso sí, debemos estar preparados para esta nueva normalidad, nos guste o no.

Te mando un abrazo, que te permita sentirte feliz y confortable en este clima de cambios,

 

El Escribidor


martes, 7 de abril de 2020

La dichosa cuarentena (tengo miedo parte III)



Monterrey, Nuevo León a 3 de abril de 2020

Desde algún lugar de mi casa donde no ha llegado el coronavirus pero si la cuarentena, emito un desganado pero desgarrador grito de fastidio.
Como lo dije en otro de mis artículos, sé que el coronavirus es sumamente contagioso pero también sé que afortunadamente no es tan letal, algo así como un 3-5. Pero gracias a que se pega más que las canciones de José José nos hemos visto en la penosa necesidad de poner una pausa a nuestro argüende y tal como lo haría un oso en el norte, tuvimos que caer en modo de hibernación.
Al principio no parecía mala idea. Descansar unos días sonaba pecaminosamente atractivo y he de confesarles que hasta me vi durmiendo hasta entrada la noche y levantándome entradito el día. Dije yo, pues que mejor que unas vacaciones no planeadas. No medí mis palabras.
Los primeros días, hagan de cuenta como niño con juguete nuevo. Traía el ánimo y tenía el trabajo necesario para hacer que mis horas de vigilia se fueran de volada. Pero resulta que de pronto a todo el mundo –literal a todo el Mundo- se le ocurrió poner pausa al programa.
De pronto mis citas se fueron espaciando, mis pendientes fueron disminuyendo, la actividad fue mermando. Omaigod, de pronto la actividad disminuyó de tal manera que comencé a llenar mi tiempo con libros, cursos, videos, etc. Es más ahorita estoy inscrito como a 6 Webinars y 2 cursos on line. ¡Haganmelfavor!
Y súbitamente, aquel sueño de descanso y placer se convirtió en una pesadilla donde descansar significa solamente cambiar de lugar en la casa. Con decirles que espero con ansias la publicidad de los proveedores y hasta el spam reviso. De pronto no hay rutina suficiente para llenar este tiempo. ¿Les había dicho que tengo una calculadora Canon LS-100TS con 27 teclas, Tax & Business? Lol.
Tal como sucedía cuando nuestros padres nos decían que era por nuestro bien cuando nos pedían que hiciéramos algo que nos desagradaba así nos sucede ahorita.  Habemos algunos que a regañadientes aceptamos el claustro, pero hay otros que de manera irresponsable continúan con su vida normal sin dimensionar el riesgo que corren de contagiarse y de propagar el latoso virus. ¡Nohayqueser! Si no lo hacen por ustedes, háganlo por su familia y por sus seres queridos. Guárdense y asosiéguense, ¿qué les cuesta? Si todos ponemos de nuestra parte pronto saldremos de esta y entonces si podrán andar de «pata de perro».
Es que la verdad, ver la manera como les pegó a nuestros amigos de China, España o Italia debería ser suficiente para que nosotros extremáramos precauciones y decidiéramos hacer lo que nos pegue en gana, pero eso sí, guardaditos en casa.
Yo veía esta enfermedad como muy lejana. Hasta un poco surreal. Pero me acabo de enterar que un conocido cercano tiene coronavirus. No sabe cómo lo contrajo, es más ni siquiera él sabía que lo tenía. Pero de una cosa estoy seguro, si es real.
Lectora, Lector Queridos, sé que son momentos muy densos y complicados por lo cual les sugiero varias cosas:
Primero: recordemos que lo más importante en este momento es enfocarnos en mantener la calma viviendo un día a la vez. No es necesario llenarnos de ideas acerca del futuro. No nos preocupemos por el futuro, ya lo dice la Biblia, Mateo 6:25 «Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?»
Segundo: ya hablamos de toda la desinformación a la que somos sujetos, pero de nosotros depende filtrar todo aquello que no nos sirva de nada. Dejemos entrar a nuestras vidas toda la información que sirva para levantar nuestro estado de ánimo. Recordemos que las noticias se nutren del amarillismo que viene de todo el mundo.
Tercero: establezcamos metas diarias alcanzables y disfrutables. Démonos premios en la medida que vayamos teniendo nuestros logros. Retemos a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo para mantenernos saludables.
Cuarto: por favor cuidémonos, esta enfermedad se volvió pandemia por la irresponsabilidad de aquellos que pensaron que no pasaba nada. Debemos detenerla ya poniendo de nuestra parte. Estoy seguro que haciendo la parte que nos toca –salir poco, cuidarnos mucho- pronto estaremos hablando de esta situación como un amargo recuerdo y nada más.

Lectora, Lector Queridos les mando un abrazo enclaustrado que los llene de paz.

El Escribidor

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...