jueves, 28 de mayo de 2020

El nuevo orden mundial

No sé qué me molesta más, si ver una y otra vez los mismos capítulos de CSI: Miami –que habiendo cientos de ellos, siempre pasan los mismos cinco– o escuchar por todos los medios y redes sociales, una y otra vez las mismas noticias pesimistas y los mismos discursos consoladores.

Tiro por viaje, se presentan diferentes expositores en variadas plataformas y conferencias y como que ya se les acabó la inspiración y no salen de los mismos temas trillados. Que si el Covid; que si la nueva normalidad; que si la crisis económica producto de la pandemia. Total, puros dramas.

El colmo fue escuchar de un tipo que habló del nuevo orden mundial. Inmediatamente vino a mi memoria esa teoría conspirativa que habla que un grupo pequeño de individuos, forrados de lana, que tiene entre sus pendientes crear un gobierno único para llevar las riendas del mundo. Hagan de cuenta como un titiritero manejando con sus manos los hilos de todos los gobiernos del planeta.

Por un momento me emocioné y hasta una lágrima corrió por mi mejilla. Por un momento me imaginé recetándome una disertación original sobre un tema sumamente interesante para mí.

Pero no, el tipo no hablaba para nada de los Illuminati ni de los Masones, hablaba de un nuevo orden para hacer las cosas. Pan con lo mismo.

Quiero proponerles algo a todos los expositores, líderes, padres de familia, sacerdotes, compadres, señoras –si leíste bien, incluí a esa especie tan peligrosa– ¿Cómo ven si de aquí hasta nuevo aviso, nos dedicamos a facilitarnos la vida unos a los otros? ¿Qué tal si ahora en lugar de transmitir noticias desastrosas y desalentadoras, nos damos a la tarea de dictar discursos motivadores? Es más, hasta les acepto que en lugar de pasar noticias negativas, pasen memes o chascarrillos. Se vale.

No estoy hablando de una campaña sensiblera y cursi, me refiero más a mentalizarnos y reprogramarnos para que cada vez que abramos nuestra boca sea para sumar y no para restar.

Escuché en otra video conferencia a un tipo hablando de que de esta crisis deberíamos salir más ágiles, más inteligentes y más esbeltos. Me gustó. Déjenme les platico un poco más. Voy a tratar de dar mi interpretación porque su comentario iba más enfocado a las empresas del nuevo orden mundial.

Una vez que todo esto concluya, o al menos amaine un poco más, un nuevo Yo debería surgir. Se supone que este confinamiento nos ha llevado a realizar actividades nunca antes vistas, mucho menos esperadas y a veces hasta no deseadas. Como dijo el pollo: vamos al grano.

El nuevo Yo debe ser más ágil en el sentido de la urgencia y de la reacción. Individuos más prestos a la acción ante las posibles amenazas futuras y ante una posible nueva adaptación. No significa que solamente debemos esperar desventuras en el futuro, pero también debemos ser ágiles para detectar y aprovechar las oportunidades y a adaptarnos a nuevos tiempos de bonanza.

Más inteligentes, dado que el confinamiento nos hizo explorar áreas de nuestra vida y por ende de nuestro cerebro que normalmente estaban idiotizadas por el tren de vida del confort y del placer. La creatividad se detonó ante los retos que se nos presentaron y nos hizo crear nuevas rutas neuronales y nos hizo crear de maneras nunca antes esperadas. En un tris, nos hicimos más inteligentes y nos reivindicamos con nosotros mismos dando marcha atrás a una vida robotizada de años.

Y finalmente más esbeltos, no solamente en nuestro cuerpo –aplica para la gente que se metió de lleno a hacer ejercicio para cuidar su salud- sino en nuestra vida. Nos dimos cuenta que en realidad no se necesitan tantas cosas superfluas que el consumismo ya nos había convencido que eran necesarias.

Recuerdo alguna vez haber escuchado a una compañera de trabajo decir que le urgía ir a Mc Allen porque necesitaba comprar ropa.

Qué necesidad tan vana. Quizás lo que quería decir en realidad era: mi Yo consumista me insta a comprar ropa y yo no encuentro otra manera de satisfacerlo que obedeciéndolo.

Por ahí hay una frase que me gusta y que se la adjudican a San Francisco de Asís, no me consta que sea de él, pero igual suena románticamente atractiva. Dice: Tengo poco y lo poco que tengo, lo necesito poco.

Deberíamos salir más esbeltos de todo este rollo deshaciéndonos de todo el bagaje que hemos cargado por años. Debemos tirar a la basura rencores, envidias, prejuicios, costumbres, mañas, etc. para salir de verdad más esbeltos internamente.

Me encanta la perspectiva de renacer a una nueva vida social. Pongámonos manos a la obra y estoy seguro que entre todos si andamos haciendo un cambio. ¿Quién dice yo?

Lectora, Lector Queridos, vamos a esforzarnos por salir de este desgarriate más ágiles, inteligentes y esbeltos, yo les echo porras.

 

El Escribidor

Monterrey, Nuevo León a 27 de mayo de 2020


miércoles, 13 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Monterrey, N.L. a 12 de mayo de 2020


No sé si ya te platiqué Lectora, Lector Queridos acerca de mi animadversión hacia las mudanzas y los cambios radicales en mi vida. No se trata solo de la resistencia al cambio nada más por molestar, es más que nada una resistencia a tener que adquirir nuevos hábitos y el tener que adaptarme a costumbres nuevas.

Ahora bien, resulta que con esto de la pandemia, todo lo que consideramos «normal» se nos fue por un traste y nuestra vida cayó en el «limbo». De hecho, ya hemos estado hablando de los efectos de la pandemia en nuestras vidas y trabajos y ahora quiero abordar el tema de lo que sucederá cuando todo este teatrito se termine y volvamos a la «normalidad».

Los gringos le llaman a esta nueva realidad «new normal» que se traduce literalmente como la nueva normalidad.

¿Pero qué es en si la nueva normalidad? Pues hagan de cuenta que es como volver a nuestra vida normal pero al estilo del tristemente célebre programa de Big Brother donde siempre las reglas cambian y lo que antes se valía simplemente ya no.

Sé que cuando el gobierno dé el banderazo y nos diga que podemos retomar gradualmente nuestra vida, muchos se van a abalanzar sobre sus viejas costumbres solo para darse de topes contra la pared porque simplemente lo que ahí estaba ya no estará.

Por principio de cuentas, yo creo que se van a encontrar un montón de personas paranoicas que al mínimo estornudo huirán cual gacela asustada; eso sin considerar que de aquí a que el cubre bocas caiga en desuso van a pasar varios meses sino es que años; con decirles que ya hasta diseños de los más variados he visto. El cubre bocas llegó para quedarse, ¡eso sí que sí!

Por otro lado, la gente cambió sus hábitos de consumo y pasó de ser escépticos en la compra en línea a ser firmes creyentes. Descubrieron que no solo es seguro comprar por internet sino también es más práctico, cómodo y sobre todo nos evita el riesgo de contagiarnos de quien sabe cuántas enfermedades, entre ellas el Covid-19.

Otro cambio importante en el humano es la manera como aprende y se capacita.

En el Mundo A.C. (Antes del Covid) nos encantaba atestar las salas de capacitación y hacer eventos multitudinarios y hablar de capacitación por Youtube o alguna tecnología similar, simplemente era de flojera. Bueno en el Mundo D.C. (Después del Covid) seremos capaces de capacitarnos motu proprio y tendremos que ser capaces de controlar nuestros tiempos e incluso automotivarnos. 

Hablando de los negocios, en el Mundo A.C. en trabajar el casa era impensable y sólo las empresas más vanguardistas se daban el lujo de mandar uno o dos días al mes a sus empleados más leales –léase los más amaestrados. La pandemia mostró números fríos: para las empresas, el home office representa enormes ahorros en gastos por insumos, en energía eléctrica, espacios físicos, etc. además de disminuir el ausentismo y el estrés, aumentar la productividad y la lealtad de los empleados teniendo una mejor calidad de vida.

En un Mundo D.C. muy probablemente una parte de la plantilla laboral permanecerá en el esquema Home Office y eso ya no cambiará, esa es la nueva normalidad en el trabajo.

En lo social, en un Mundo D.C. es probable que la tendencia sea la disminución de la asistencia a los lugares públicos pero un aumento en el consumo en lo relacionado a servicios a domicilio, eventos vía internet, una mayor utilización de streaming para música y videos. No creo que los conciertos, la asistencia a los restaurantes o cines vayan a desaparecer, más bien la gente cambiará sus patrones de consumo asistirán pero de una manera más selectiva, eso sí cuidando siempre el distanciamiento social el cual se volverá un hábito para el futuro y más allá.

Por último, en la nueva normalidad, nos vamos a encontrar con gente un poco más amable con su entorno ecológico, un poco más solidaria y sobre todo más consciente de su fragilidad humana y de cómo en cualquier momento, puede suceder algo que cambie su vida y la cambie radicalmente. Creo que aprendimos a planear más en corto sin tanta soberbia. El vivir un día a la vez se volvió un grito de guerra.

La dueña de mis sueños –porque ya no tengo quincenas- se apanicó cuando platicamos de un cuadro sinóptico de gobierno donde indicaba las fechas y la manera como se reactivarían las actividades de la vida diaria porque está preocupada de salir diferente después de la pandemia y siente que no ha avanzado lo suficiente en su transformación. Me dio gusto saber que se preocupa por cambiar porque hay mucha gente que simplemente le vale y será exactamente igual que cuando todo este desbarajuste comenzó. Bien por ella.

Lectora, Lector Queridos, no estoy diciendo que esto ya se terminó, todavía falta, pero eso sí, debemos estar preparados para esta nueva normalidad, nos guste o no.

Te mando un abrazo, que te permita sentirte feliz y confortable en este clima de cambios,

 

El Escribidor


martes, 5 de mayo de 2020

Confía en Alá pero ata tu camello

Monterrey, N.L. a 4 de mayo de 2020


Voy a hablar de religión, a lo mejor piso algún callo, pero como diría el Chavo del Ocho: -fue sin querer queriendo.

De Oriente nos llega mucha cultura, historia e inclusive de allá vienen las religiones más acendradas para mi gusto. De aquellas lejanas tierras nos llega el Jainismo, el Budismo, el Zoroastrianismo, el Shintoísmo, el Islam y otros muchos ismos.

 Pero principalmente de allá llega mi religión, la que reconozco como la mera mera, el Cristianismo.

¿Por qué se le pegó en gana a Dios Padre que Cristo y nuestra fe nacieran en esos cálidos y recónditos parajes? ¡Sepa! Yo creo que tiene que ver con lo complicado que es vivir en esa zona y en especial en el desierto (les recomiendo leer en mi blog El Desierto, 25 julio 2007) donde se prueban los hombres y su fe. ¡Qué mejor lugar para determinar si tenemos una fe de a mentiras o de a «deveritas! –como diría la menor de mis hermanas.

Total que quiero contarles un cuento que me encontré en internet y que muchos se adjudican como propio, pero la verdad considero que ha de ser uno de esos que se le ocurrió a algún personaje de oriente que se olvidó de ponerle el Copy Right y pues ya cualquiera pudo decir que él lo hizo.

Pero vayamos al cuento que es lo importante en este escrito y después lo desmenuzamos.

Dice así:

«Un maestro sufí estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.

Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar, le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.

Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa. El maestro preguntó: -¿Qué ha pasado?

¿Dónde está el camello?-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios,

Porque yo le dije a Él que lo cuidara; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.

El maestro dijo: -Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pero no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos. Confía en Dios, no confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás tenso. Ata el camello y después confía en Dios. »

Vamos a situarnos en el contexto para poder sacarle el jugo al relato.

Primero, el camello en esos lares viene a ser algo más que un medio de transporte, son tan importantes para la gente de allá que llegan a ser inclusive un símbolo de estatus. Cuantos camellos tienes indican qué tan rico eres.

Esta la figura del maestro el cual lejos de actuar de manera sobre protectora y paternalista dejó que el discípulo se hiciera responsable de esa riqueza. ¿Les suena familiar, Lectora, Lector Queridos? ¿No se parece mucho a la libertad de elección que Dios nos regaló? Justamente eso es lo que representa, Dios otorgándonos nuestro libre albedrío.

Era el desierto, era de noche, estaban cansados. ¿A qué les suena? ¿No es un poco es la pandemia, estamos en casa sin poder salir, estamos cansados? Es decir, normalmente las pruebas aparecen de la manera más insospechada. Sin decir: ¡Agua va! Nos llega el ramalazo de la epidemia y de la confinación. Y ni a quien reclamarle. Debe ser mucha la impotencia que muchas personas debieron sentir, acostumbrados a reclamar sus derechos. Más de un@ debe haber pensado: -hay que hablarle al gerente. Pero ¿saben una cosa? Ese gerente no toma llamadas.

Finalmente está el discípulo, o sea tú mismo, que en un gesto de flojera y comodidad dejó su misión más importante al azar, que al cabo Diosito me lo va a cuidar. Claro, ¿Y tu nieve de limón de qué sabor la quieres discípulo flojo? Así no funcionan las cosas. Tenemos un dicho, el equivalente en occidente, que dice: A Dios rogando y con el mazo dando.

Es decir, pide las cosas como si todo dependiera de Dios pero actúa como si todo dependiera de ti. Dicho de otra manera, está muy bien creer que para Dios no hay imposibles pero es una realidad que no podemos manipularlo a nuestro antojo y hacer que Él haga lo que nos corresponde a nosotros.

Que quede bien claro Él no va a hacer lo que nosotros con nuestras manitas debemos hacer.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo bien fuerte no le aunque que haya coronavirus.

 

El Escribidor


Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...