martes, 5 de mayo de 2020

Confía en Alá pero ata tu camello

Monterrey, N.L. a 4 de mayo de 2020


Voy a hablar de religión, a lo mejor piso algún callo, pero como diría el Chavo del Ocho: -fue sin querer queriendo.

De Oriente nos llega mucha cultura, historia e inclusive de allá vienen las religiones más acendradas para mi gusto. De aquellas lejanas tierras nos llega el Jainismo, el Budismo, el Zoroastrianismo, el Shintoísmo, el Islam y otros muchos ismos.

 Pero principalmente de allá llega mi religión, la que reconozco como la mera mera, el Cristianismo.

¿Por qué se le pegó en gana a Dios Padre que Cristo y nuestra fe nacieran en esos cálidos y recónditos parajes? ¡Sepa! Yo creo que tiene que ver con lo complicado que es vivir en esa zona y en especial en el desierto (les recomiendo leer en mi blog El Desierto, 25 julio 2007) donde se prueban los hombres y su fe. ¡Qué mejor lugar para determinar si tenemos una fe de a mentiras o de a «deveritas! –como diría la menor de mis hermanas.

Total que quiero contarles un cuento que me encontré en internet y que muchos se adjudican como propio, pero la verdad considero que ha de ser uno de esos que se le ocurrió a algún personaje de oriente que se olvidó de ponerle el Copy Right y pues ya cualquiera pudo decir que él lo hizo.

Pero vayamos al cuento que es lo importante en este escrito y después lo desmenuzamos.

Dice así:

«Un maestro sufí estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.

Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar, le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.

Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa. El maestro preguntó: -¿Qué ha pasado?

¿Dónde está el camello?-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios,

Porque yo le dije a Él que lo cuidara; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.

El maestro dijo: -Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pero no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos. Confía en Dios, no confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás tenso. Ata el camello y después confía en Dios. »

Vamos a situarnos en el contexto para poder sacarle el jugo al relato.

Primero, el camello en esos lares viene a ser algo más que un medio de transporte, son tan importantes para la gente de allá que llegan a ser inclusive un símbolo de estatus. Cuantos camellos tienes indican qué tan rico eres.

Esta la figura del maestro el cual lejos de actuar de manera sobre protectora y paternalista dejó que el discípulo se hiciera responsable de esa riqueza. ¿Les suena familiar, Lectora, Lector Queridos? ¿No se parece mucho a la libertad de elección que Dios nos regaló? Justamente eso es lo que representa, Dios otorgándonos nuestro libre albedrío.

Era el desierto, era de noche, estaban cansados. ¿A qué les suena? ¿No es un poco es la pandemia, estamos en casa sin poder salir, estamos cansados? Es decir, normalmente las pruebas aparecen de la manera más insospechada. Sin decir: ¡Agua va! Nos llega el ramalazo de la epidemia y de la confinación. Y ni a quien reclamarle. Debe ser mucha la impotencia que muchas personas debieron sentir, acostumbrados a reclamar sus derechos. Más de un@ debe haber pensado: -hay que hablarle al gerente. Pero ¿saben una cosa? Ese gerente no toma llamadas.

Finalmente está el discípulo, o sea tú mismo, que en un gesto de flojera y comodidad dejó su misión más importante al azar, que al cabo Diosito me lo va a cuidar. Claro, ¿Y tu nieve de limón de qué sabor la quieres discípulo flojo? Así no funcionan las cosas. Tenemos un dicho, el equivalente en occidente, que dice: A Dios rogando y con el mazo dando.

Es decir, pide las cosas como si todo dependiera de Dios pero actúa como si todo dependiera de ti. Dicho de otra manera, está muy bien creer que para Dios no hay imposibles pero es una realidad que no podemos manipularlo a nuestro antojo y hacer que Él haga lo que nos corresponde a nosotros.

Que quede bien claro Él no va a hacer lo que nosotros con nuestras manitas debemos hacer.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo bien fuerte no le aunque que haya coronavirus.

 

El Escribidor


No hay comentarios:

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...