No sé si ya les había platicado, Lectora, Lector Queridos,
que mi casa, que también es su casa, viene a ser algo así como un arca de Noé
pero en chiquito. Nos encanta tener animales aunque no a todos les encanta
hacerse cargo de todos sus desechos, porque eso sí, una mascota es una
responsabilidad muy grande y si adquieres una mascota, es para cuidarla y
quererla.
Tener una mascota es como tener un hijo nini, pero con un encanto que te conmueve hasta la médula de los
huesos, son incondicionales y nunca están de malas.
Hemos tenido peces, cangrejos ermitaños, tortugas, y más.
En este momento, tenemos un perro chihuahua, llamado Spunky; una perra anciana con un poco de
labrador, llamada Cookie; una perra
medio pastor alemán negra, llamada Nala
y una coneja, llamada coneja.
Y teníamos una cuya llamada Cuyini Bebini, Psicofisio, Cuya,
piche Cuya y tía Turbina, por su parecido con la tía Turbina de la película Robots, en alusión a su enorme trasero,
les voy a poner una foto para que los que son visuales se den una idea de qué
estoy hablando:
Son animales muy activos, la tía Turbina estaba casi siempre tomando agua, nunca entendimos porque tomaba tanta. Al principio solamente comía cuyina, pero poco a poco y a despecho de su cuidadora, fuimos dándole manzana, pera y hasta durazno.
Su llegada fue de una manera inesperada. Mi hija, la mayor,
cursaba una materia que se llamaba Psicofisiologia.
Tuvo que adquirir a Psicofisio para llevar a cabo un experimento. Una
vez concluido, intentamos por todos los medios darla en adopción y ¿qué creen?
Nadie recibe animales de granja, como si fueran desechables.
Total que tuvimos que quedarnos con ella. No queríamos porque nos encariñamos muy fácilmente con los animales y luego la sufridera cuando se van.
Mi hija, la menor, decidió adoptarla y hacerse cargo de
todas sus necesidades. Le compró una jaula que viene a ser algo así como una
casona a todo lujo. Le puso aserrín, su bebedero y pasaron cinco años desde su
llegada.
Dije teníamos porque el de hoy por la madrugada, paso a mejor vida. Yo digo que ya está en el Mictlán aunque mi hijo el letrólogo afirma que ahí solo van los perros, pero yo digo que ahí van todas las mascotas que tuvimos en vida.
Paso a comentarles cómo es que murió la tía Turbina.
Ayer, todo transcurría normal, (al menos eso parecía), hasta
el momento en que, rompiendo las reglas de su cuidadora, intenté darle un poco
de pera. Así lo hice y se me hizo muy extraño que no brincara a comérsela,
adoraba la fruta. Estaba muy tranquila acostada. La moví para ver que todo
estuviera bien y solo se arrastró. Algo andaba mal.
Mi hija, la mayor, comenzó a hacer llamadas para ver quién
podía revisarla y partieron mi esposa, mi hijo y ella con un veterinario
especialista en cuyas.
Después de una hora me avisaron que se iba a quedar hospitalizada
(desconocía la existencia de hospitales para cuyas), que le habían puesto
oxigeno porque entró en shock –y yo
con ella–.
Nos dijeron que estaba muy delicada y que a lo mejor no la
iba a hacer.
Efectivamente, no la hizo. En la madrugada le mandaron un WhatsApp a mi hija, la mayor, para avisarle que había perecido.
Algo que me llamó mucho la atención fue un comentario que
nos hicieron en la veterinaria. Cuando les preguntamos que por qué no mostró
síntomas de estar enferma hasta ayer, nos explican que al ser una presa en la
naturaleza, evitan mostrar síntomas de debilidad porque eso los hace
vulnerables. No se vale, ella nos debió avisar que se sentía mal.
En fin, a todos nos dolió de una manera diferente. A mi hija
la mayor se le da lo de las lágrimas, ¡que chido! Así puede sacar todo lo que
le duela. A mi hija la menor no se le notó nada, sé que está sufriendo pero se
aguanta. A los demás, nos da por verbalizarlo que es otra manera de sacarlo de
nuestro corazones.
Ojalá tengas la dicha de tener una mascota y de disfrutar su compañía, créeme vale la pena. Pero por favor no compres, adopta una.
Te mando un abrazo con un corazón un poquito adolorido.
El Escribidor
Monterrey, N.L. a 16 de julio de 2020