Una de mis convicciones, que procuro promover con harta
enjundia a propios y extraños, es la de cuestionar la fuente.
Siempre voy por ahí diciéndole a todo el mundo que no sea
tan crédulo y no dé por hecho todo lo que escuche, lea, le cuenten o le
chismeen. Antes bien, les sugiero, que intenten llegar al mero origen de la
información y sobre todo, que quiten todo lo que cada quien, como teléfono
descompuesto, le haya ido añadiendo para hacer la nota más sensacionalista.
Nomás lo que es.
Ya hablamos de eso en otro artículo, solo quería
recordártelo nomás para que no se te vaya a olvidar.
Ahora quiero hablar de otro dogma de vida y es este: tú eres
dueño de tener tu propia opinión sin necesidad de pedir el parecer de nadie.
SI Dios con toda su omnipotencia tomó la decisión de darle
libre albedrio a una criaturita tan ínfima como es el hombre, con mucha mayor
razón debemos respetar esa decisión divina y ejercer nuestro libre arbitrio sin
necesidad de decir siquiera agua va ni mucho menos de pedirle permiso a nadie
para pensar de tal o cual manera.
A ver, vamos a desmenuzar esta idea.
No se trata de ir por el mundo regalando nuestra opinión sin
que nadie nos la solicite, eso más bien se llama ser imprudente.
Se trata más bien de tomar nuestras propias decisiones
basándonos en un esquema racional plagado de nuestras propias convicciones e
ideas. Somos seres racionales, salvo unos infames ejemplos, que fuimos creados
para alcanzar los más altos ideales, para perseguir la felicidad y la
realización en todo lo que emprendamos.
La neta, no vamos a lograr nada de esto si nos convertimos
en seres autómatas sin capacidad de libre pensamiento. Conozco algunos casos,
cuyos nombres quisiera mencionar pero en una de esas le andan ponchando las
llantas al relámpago rojo, que se la pasan pidiendo la opinión a todo mundo.
Estoy seguro que es por pereza mental que lo hacen o a lo mejor, al hacerlo de
esta manera, evitan la responsabilidad sobre la consecuencia de sus actos.
Créanme, son gente especializada en culpar a todo mundo por los errores
cometidos (les recomiendo leer mi artículo Mea
Culpa, 6 de agosto de 2007) y de evadir la obligación sobre lo que por su
acción suceda.
Recuerdo un tiempo, en el que tuve algunas dificultades
personales y una persona muy cercana se encargó de ventilar mi vida a toda la
gente con la que tenía contacto cercano. Vecinos, parientes, disque amigos,
conocidos, todos supieron son lujo de detalle acerca de mi situación. Al
principio ni enterado de que ya sabían más de mi vida que yo mismo, entonces se
me hacían curiosas las diferentes
reacciones que la gente tenía hacia mí.
Había quien se acercaba con palabras de aliento. Otros se
acercaban a corroborar lo que les habían contado de mí. El colmo fue una
comadre que se acercó a darme un
consejo. En ese momento, me cayó el veinte e hice acopio de mi derecho de libre
albedrío. Paré en seco a mi comadre y le dije una de mis frases favoritas: pues
tú piensa lo que quieras, contra eso no puedo hacer nada y me fui de ahí.
Como yo no podía controlar lo que la gente pensara no me
quedó otra que guardar silencio, lo cual ocasionó todavía más especulaciones.
Pero eso sí, siempre seguí fiel a mis ideas hasta llegar a puerto seguro.
Como aprendizaje me quedaron varias cosas:
Primero, nunca vamos a tener el control sobre lo que la
gente piense acerca de nosotros y lo más maravilloso, ni siquiera es
importante. Que piensen lo que quieran.
Segundo, siempre vamos a tener control sobre nuestros
pensamientos por lo cual debemos siempre cuidar de mantener nuestro cerebro
lleno de cosas que valgan la pena y desechar toda la basura que pudiera llegar a él, eso sí, deséchala tan pronto te
llegue porque puede contaminarte. Piensa lo que quieras.
Tercero, si tú no piensas, alguien lo hará por ti. Es la
pereza mental al extremo. No pienses lo que no quieras.
Por último, sé autentico en tus pensamientos. No seas la
copia de nadie. Tú mismo eres único e irrepetible, ¿Por qué tus ideas deberían
ser iguales a las de otro? Aprende a pensar por ti mismo y disfruta de ese
proceso. Piensa lo que te dé la gana.
Lectora, Lector Queridos, piensa por ti mismo y que la gente
piense lo que le dé su gana.
El Escribidor
12 de junio de 2020