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sábado, 13 de junio de 2020

Piensa lo que te dé la gana


Una de mis convicciones, que procuro promover con harta enjundia a propios y extraños, es la de cuestionar la fuente.

Siempre voy por ahí diciéndole a todo el mundo que no sea tan crédulo y no dé por hecho todo lo que escuche, lea, le cuenten o le chismeen. Antes bien, les sugiero, que intenten llegar al mero origen de la información y sobre todo, que quiten todo lo que cada quien, como teléfono descompuesto, le haya ido añadiendo para hacer la nota más sensacionalista. Nomás lo que es.

Ya hablamos de eso en otro artículo, solo quería recordártelo nomás para que no se te vaya a olvidar.

Ahora quiero hablar de otro dogma de vida y es este: tú eres dueño de tener tu propia opinión sin necesidad de pedir el parecer de nadie.

SI Dios con toda su omnipotencia tomó la decisión de darle libre albedrio a una criaturita tan ínfima como es el hombre, con mucha mayor razón debemos respetar esa decisión divina y ejercer nuestro libre arbitrio sin necesidad de decir siquiera agua va ni mucho menos de pedirle permiso a nadie para pensar de tal o cual manera.

A ver, vamos a desmenuzar esta idea.

No se trata de ir por el mundo regalando nuestra opinión sin que nadie nos la solicite, eso más bien se llama ser imprudente.

Se trata más bien de tomar nuestras propias decisiones basándonos en un esquema racional plagado de nuestras propias convicciones e ideas. Somos seres racionales, salvo unos infames ejemplos, que fuimos creados para alcanzar los más altos ideales, para perseguir la felicidad y la realización en todo lo que emprendamos.

La neta, no vamos a lograr nada de esto si nos convertimos en seres autómatas sin capacidad de libre pensamiento. Conozco algunos casos, cuyos nombres quisiera mencionar pero en una de esas le andan ponchando las llantas al relámpago rojo, que se la pasan pidiendo la opinión a todo mundo. Estoy seguro que es por pereza mental que lo hacen o a lo mejor, al hacerlo de esta manera, evitan la responsabilidad sobre la consecuencia de sus actos. Créanme, son gente especializada en culpar a todo mundo por los errores cometidos (les recomiendo leer mi artículo Mea Culpa, 6 de agosto de 2007) y de evadir la obligación sobre lo que por su acción suceda.

Recuerdo un tiempo, en el que tuve algunas dificultades personales y una persona muy cercana se encargó de ventilar mi vida a toda la gente con la que tenía contacto cercano. Vecinos, parientes, disque amigos, conocidos, todos supieron son lujo de detalle acerca de mi situación. Al principio ni enterado de que ya sabían más de mi vida que yo mismo, entonces se me hacían curiosas las diferentes reacciones que la gente tenía hacia mí.

Había quien se acercaba con palabras de aliento. Otros se acercaban a corroborar lo que les habían contado de mí. El colmo fue una comadre que se acercó a darme un consejo. En ese momento, me cayó el veinte e hice acopio de mi derecho de libre albedrío. Paré en seco a mi comadre y le dije una de mis frases favoritas: pues tú piensa lo que quieras, contra eso no puedo hacer nada y me fui de ahí.

Como yo no podía controlar lo que la gente pensara no me quedó otra que guardar silencio, lo cual ocasionó todavía más especulaciones. Pero eso sí, siempre seguí fiel a mis ideas hasta llegar a puerto seguro.

Como aprendizaje me quedaron varias cosas:

Primero, nunca vamos a tener el control sobre lo que la gente piense acerca de nosotros y lo más maravilloso, ni siquiera es importante. Que piensen lo que quieran.

Segundo, siempre vamos a tener control sobre nuestros pensamientos por lo cual debemos siempre cuidar de mantener nuestro cerebro lleno de cosas que valgan la pena y desechar toda la basura que pudiera llegar a él, eso sí, deséchala tan pronto te llegue porque puede contaminarte. Piensa lo que quieras.

Tercero, si tú no piensas, alguien lo hará por ti. Es la pereza mental al extremo. No pienses lo que no quieras.

Por último, sé autentico en tus pensamientos. No seas la copia de nadie. Tú mismo eres único e irrepetible, ¿Por qué tus ideas deberían ser iguales a las de otro? Aprende a pensar por ti mismo y disfruta de ese proceso. Piensa lo que te dé la gana.

 

Lectora, Lector Queridos, piensa por ti mismo y que la gente piense lo que le dé su gana.

 

El Escribidor

12 de junio de 2020


domingo, 12 de agosto de 2007

Mea Culpa

Monterrey, N.L. a 6 de Agosto de 2007 La culpa tiene dos acepciones: uno, la responsabilidad de un hecho negativo y dos, el sentimiento provocado justamente por aceptar como propia esa responsabilidad. Haz de cuenta, Lector Querido, que así como la resaca viene después de una borrachera, la culpa viene después de llevar a cabo algún acto que consideramos indigno. Ojo, escribí “consideramos” porque, excluyendo los actos definidos por las leyes o por los cánones de la sociedad, quedan todos los demás que nosotros mismos, en un arrebato de auto inmolación, los calificamos como vergonzosos, inmorales o ilegales y nos sentimos los seres vivos más bajos del universo. Hasta las cucarachas tienen más moral que nosotros. Y la culpa llega y la mayor parte de las veces, se queda para estar mortificándonos por el resto de la vida. ¡Mea Culpa! Pero la cosa no para ahí, acto seguido, nos da la impresión de que llevamos un letrero enorme que dice:”Soy culpable” y sentimos que todas la personas que nos rodean se dan cuenta de esto y que nos critican. Sobreviene la explosión o el aislamiento (según sea nuestro carácter), donde al no poder ya más, mostramos a todas luces, nuestra supuesta “culpabilidad”. ¡Soy culpable lo admito! Este es el momento donde somos más vulnerables y si alguna persona alrededor nuestro es manipuladora, nos manejará con la culpa una y otra vez, hasta el cansancio. ¡Ya ves, siempre es tu culpa! No soy ni psicólogo ni psiquiatra, pero pa’ mi que la vergüenza es la culpa por anticipado. Nuestro primer encuentro con la culpa sucede normalmente en nuestra infancia, cuando por alguna situación trivial, como tirar la comida o caernos, nos sentimos avergonzados. Ante la ausencia de culpa propia, nuestros papás se encargan de proveernos de una culpa ajena: “¿Viste lo que pasó?! Es por tu culpa!. Luego crecemos y comenzamos a “coleccionarlas”. Nos sentimos culpables por malas notas, por portarnos mal, por romper las reglas, por los accidentes, por defendernos, por no defendernos, por pelear y por no hacerlo, por ser audaces y por ser tímidos, etc. En pocas palabras, aprendemos a vivir un mundo donde todos somos culpables a menos que demostremos lo contrario. Aprendemos que si bien la responsabilidad sobre los actos no es importante, si lo es el “colgarle el santito” a alguien. ¿Quién tuvo la culpa? No se diga en un entorno laboral o grupal, lejos de buscar soluciones, hacemos una “cacería de brujas” para determinar al culpable. Nos regodeamos al descubrir vulnerabilidades en las demás personas y no sólo eso, llegamos a sentirnos seudo héroes. ¿Ya supieron quién tuvo la culpa? Lector Querido, si hay algo que quiero transmitirte en este ensayo, es mi plena convicción de que la culpa sirve exactamente para lo mismo que una moneda de cinco centavos: absolutamente para nada. Y por favor, no confundan la culpabilidad con la conciencia. La conciencia actúa pre y la culpa post. La conciencia nos dice de antemano que lo que vamos a hacer no está bien y la culpa nos dice que lo que hicimos no estuvo bien. La conciencia se basa en una corazonada y la culpa muchas veces en un prejuicio. La conciencia nos hace ser mejores cada día y la culpa nos hace sentir peor cada vez. La conciencia es inmune a la crítica y la culpa vive de ella. La conciencia viene de DIOS y la culpa de nuestros "demonios". Hazle más caso a tu conciencia y no permitas que la culpa te impida vivir plenamente. Por favor olvídate de las culpas y busca la solución de los problemas. Enfócate en ser feliz. Si haces algo que rompe las reglas, pero estás convencido, deshazte de la culpa. Lucha contra la vergüenza, piensa que es una culpa chiquitita y que crecerá si no la eliminas ya. Recuerda que la culpa es uno de los enemigos más grandes del autoestima. Dile al mundo en pocas palabras: “¿Me disculpan?”. Mi Amada muchas veces se siente culpable, es miembro honorario del club. Yo le digo siempre, que si quiere darme sus culpas que a mi no me afectan, pero se me hace que al contrario, ella quisiera que yo le diera las mías. ¡Qué mala onda! No tengo ni una culpa pequeñita, ¡ahí pa’ la otra será! Tengo una amiga que vive huyendo de la culpa pero al mismo tiempo, vive amarrada a ella. Ya la compró y no haya como deshacerse de ella. Amiga, pase lo que pase, recuerda que es una cuestión del círculo de la vida, nada que ver contigo, ¡yo te disculpo! Tengo mi propia definición de la culpa, la cual siempre promuevo entre mis hijos y entre la la gente que me rodea: “la única culpa que conozco es una chava que así le decían porque nadie se la quería echar” (no le entendí). A mi Esposa, un beso que quita culpas, A mi Madre, mil gracias porque no me enseñaste a culpar ni a sentirme culpable. Para ti, Lector Querido, un abrazo sin culpa, El Escribidor

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...