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miércoles, 29 de julio de 2020

Mektoub (está escrito)

Las situaciones que estamos viviendo -la pandemia, el encierro, las actividades sociales limitadas, la economía en declive, el hastío, entre otros- ha provocado en los humanos una serie de afectaciones por demás intensas y variadas, las cuales van desde una depresión leve hasta las neurosis más severas rodeadas de todas sus consecuencias psicosomáticas y fisiologías tales como migrañas, úlceras, colitis, dermatitis y muchas más que podríamos mencionar pero que no tiene sentido hacerlo porque todas parten de un origen común: la falta de aceptación del momento tal como es, en lugar del momento que quisiéramos que fuera.

Es esa lucha interna por aferrarnos a cambiar las cosas que no son o por angustiarnos por las que pudieran ser, la que nos ocasiona toda esa problemática.

Pues bien, ¿qué creen? Esta situación no es nada nueva. Ya desde antiguo, la gente vivía angustiada por el futuro incierto y deprimida por el inalterable pasado. Ahí está la clave de la búsqueda de las principales religiones del mundo: vivir el momento presente sin preocuparnos por el futuro.

 Me encontré una edición moderna de un libro muy viejo (1944) que se llama: «Como suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida» (Dale Carnegie, Ed. Sudamericana, 2013, pág. 299): «viví en el jardín de Alá, un artículo referente a los árabes beduinos y la manera como enfrentan las situaciones adversas como las que vivimos actualmente».

Para ejemplificar, cito un párrafo: «Entonces, hice lo que Lawrence me indicó: me fui a vivir con los árabes beduinos. Me alegro de haberlo hecho.  Me enseñaron cómo cabe librarse de la preocupación. Como todos los fieles mahometanos, son fatalistas. Creen que cada palabra escrita por Mahoma en el Corán es la divina revelación de Alá. Así, cuando el Corán dice: "Dios te creó y creó todos tus actos", lo aceptan literalmente. Tal es la razón de que tomen la vida con tanta calma y nunca se apresuren ni se malhumoren innecesariamente cuando las cosas se tuercen. Saben que lo ordenado ordenado está y que sólo Dios puede cambiar las cosas. Sin embargo, esto no significa que, ante una calamidad, se sienten y no hagan nada. Para ilustrarlo, les hablaré de una rugiente y ardorosa tempestad de siroco que soporté durante mi permanencia en el Sahara. Aquel gemir desesperado del viento duró tres días y tres noches. Era un viento tan fuerte que llevó arena del Sahara a cientos de kilómetros de distancia, a través de todo el Mediterráneo, hasta el valle del Ródano, en Francia. Era un viento tan cálido que me hacía el efecto de que me estuvieran abrasando el cabello. Tenía la boca y los pulmones resecos. Mis ojos ardían. Mis dientes estaban llenos de arena. Tenía la impresión de estar frente a un horno en una fábrica de vidrio. Estuve tan cerca de la locura como puede estarlo un hombre que consigue conservar el juicio. Pero los árabes no se quejaban. Se encogían de hombros y decían: Mektoub! ("Está escrito")».

Quiero redondear dos conceptos antes de pasar a echarles mi rollo.

Primero, el término fatalista se refiere a aquella persona que cree en el destino y en lo inevitable de él. Es decir, si algo está determinado por Dios para que suceda en tu vida, no importa cuántas maromas realices nunca escaparás de esa situación.

Segundo, esos beduinos a los que hace alusión el artículo son pastores nómadas. Para ponernos en contexto, no tienen un lugar fijo donde vivir; viven en un clima extremo que va desde los 10°C por la noche hasta los 50°C en el día; normalmente les falta agua; la comida es escasa y están a merced de los cambios climáticos, en especial las tormentas de arena. Visto así, lo podría resumir en dos palabras: ¡está canijo!

Analicemos la situación actual desde esa óptica, Lectora, Lector Queridos.

¿Qué pensarían del encierro los beduinos? Ellos se la pasan viajando todo el tiempo, salvo los momentos en que establecen un campamento temporal. Normalmente son familia. Desconozco sus actividades pero para nada cuentan con internet ni con las comodidades de la época moderna que caracteriza nuestro «encierro». Tienen que prepararse su propia comida. En resumen, #sequedanencasa sin hacer tanto pancho.

¿Y de la pandemia? Deben estar muy conscientes de que si se enferma uno de sus miembros, potencialmente afectan a toda la tribu. Estoy seguro que tienen establecidas ciertas reglas de higiene y conducta que permiten salvaguardar la integridad de todos. Nada de andar con tonterías como: a mí no me va a dar; esa enfermedad no existe o de plano, a mí me vale. De seguro expulsan a todos aquellos que no piensan en el bien de la mayoría.

¿Y de la economía en declive? Se me hace que les vale queso, es tanta la escasez de agua y de comida, que han aprendido a aprovechar al máximo los recursos y nada se desperdicia. Cuando alguien obtiene algo, se reparte por igual entre todos. El dinero viene a ser un recurso secundario que se utiliza únicamente cuando tienen contacto con algún comerciante pero no es algo que los mueva. Son ecológicos, cuando llegan a un oasis, utilizan únicamente lo que necesitan porque alguien más vendrá después de ellos y también requerirá de lo que ahí se encuentra.

Finalmente, ¿qué sucede con ellos y el estrés? Pues nada. Los beduinos viven un día a la vez. Saben que si algo sucede es porque «está escrito». Alá –que significa Dios en árabe- ya escribió toda su historia y todo los que les suceda, sea bueno o malo, fue decidido por Él. ¿Qué caso tiene preocuparse por algo si se tiene la convicción de que Alá lo prescribió? No hay manera de cambiar lo que «está escrito». Cuando les cae una tormenta, se encogen de hombros y dicen «Mektoub». Si se les muere el ganado, solo dirán «Mektoub». Si hubiera una pandemia dirían «Mektoub». Si algo sucede, «está escrito», ¿acaso hay algo más inteligente que Dios? Él es la inteligencia suprema que define la historia de cada uno de ellos y lo que les suceda, será porque era lo mejor que podría sucederles. ¿Les suena familiar esto?

Viviendo de esta manera, no tienen que preocuparse por qué van a comer o que van a vestir, ¿para qué? Alá ya escribió cada momento de su vida y no va a cambiar por más que se empeñen. Entonces todas las enfermedades y padecimientos ocasionados por el estrés simplemente no existen.

¿Y si nos hacemos árabes? Bueno, se supone que nosotros no creemos en un destino impuesto, pero si creemos en un Dios bueno que vela por nuestro bienestar y nos permite la oportunidad de seguir un camino que es el que más nos conviene, pero para eso tendríamos que abandonar todas nuestra excentricidades sociales y religiosas y vivir realmente como personas que velan por el bien propio y del prójimo, pero desafortunadamente, vivimos inmersos en un mundo egoísta donde el «yo» es más importante que el «nosotros».

Te mando un abrazo que suscite en ti una resignación para lo que estés viviendo, «Mektoub»

El Escribidor

Monterrey, N.L. a 28 de julio de 2020


lunes, 8 de junio de 2020

Un perro viejo


Ya he hablado en otros artículos acerca de la grandeza de Dios y de cómo lleva a cabo sus milagros sin pedir permiso a nadie (Él no tiene jefe) y de la manera más inesperada. Le encanta dar sorpresas y regodearse en las excepciones.

Los humanos en cambio, tenemos la terrible costumbre de querer controlar todo. Es por eso que nos cuesta tanto trabajo adaptarnos a situaciones nuevas que, lejos de representar un reto a nuestra capacidad, nos hacen sentir achicopalados y nos da por amilanarnos y huir.

Queremos controlar nuestra vida, la de nuestros hijos, nuestro presente y nuestro futuro; queremos controlar incluso todas esas cosas que por principio y origen son incontrolables a tal grado que aspectos como la vida y la muerte se vuelven nuestra búsqueda de por vida. Vamos por ahí buscando la manera de no morirnos en lugar de preocuparnos por bien vivir.

Pero eso a Dios le tiene sin cuidado. El hombre dice: la vida promedio del perro es de 15 años, nos preparamos y nos programamos para tener nuestro perro por una década y media.

A Dios le vale un cacahuate nuestros promedios de vida, el otro día me encontré a un anciano caminando por el parque y después de saludarlo me di cuenta que traía dos perros con él. Uno de edad media –se veía joven- y el otro ya muy desvencijado. Le pregunté al dueño que por qué iba tan lento ese perro, a lo que me contestó: -es que ya es muy viejo-. ¿Ah sí?  Pues ¿cuántos años tiene? –veintidós- me contestó. ¡Veintidós! ¿Dónde quedó el promedio que dictó el hombre? Utilizando la estadística creada por el hombre -que dice que por cada año de humano representa siete años de perro- ¡ese perro tendría ciento cincuenta y cuatro años! Por cierto, el perro se llama Guarura.

¡Que Matusalén ni que nada! Eso es lo que yo llamo un perro viejo.

No vayamos muy lejos, estaba el asunto del agujero en la capa de ozono, que por años trabajó el hombre para buscar la manera de que al menos no se hiciera más grande. El hombre quería cerrar ese agujero que él mismo creó. Hagan de cuenta como un niño queriendo pegar las partes rotas de un florero antes de que se entere su mamá. Lo intentó por uno y mil medios y nomás no lo logró.

En cambio, ¿Qué sucedió cuando Dios se involucró? Bastaron unos meses de confinamiento para que el agujero se cerrara. A grandes males, grandes remedios.

Ojo, no estoy diciendo que Dios haya provocado esta pandemia para cerrar el agujero, lo que quiero dar a entender y que espero que así sea, es que en su infinita sabiduría Dios sabe cómo lograr que las cosas, dentro del caos, tomen la forma que más nos convenga como humanidad.

Repito una frase que me encanta: Si Dios quiere que una hoja permanezca, podrá desaparecer el árbol y la hoja permanecerá.

A lo que voy, Lectora, Lector Queridos, es a que pienso que es mucho más conveniente dejar de hacerle al dios. Creo que ha llegado el momento de bajarle a nuestras ínfulas de amos del universo. ¿No nos bastó con un bichito chiquito llamado coronavirus, para darnos cuenta de la pequeñez del hombre? ¿No hemos caído en cuenta en lo insignificantes que somos los humanos comparados con la grandeza del universo? ¿Todavía no caemos en cuenta que muy probablemente fuimos creados con otro fin diferente que sentirnos superiores y especiales cuando en realidad somos tan solo un personaje más de la creación?

No quiero dejar a un lado la enorme inteligencia del hombre y su curiosidad por el mundo que nos rodea. Somos capaces de buscar y encontrar la partícula que da origen a la vida y hasta de encontrar las fronteras del universo.

Pero eso sí, hagámoslo de una manera humilde como quien está esculcando en la bolsa de su Papá, con mucho cuidado y respeto, no vaya a ser que se enoje y nos ponga pintos.

¿Qué les parece si lo que vayamos encontrando lo compartimos entre todos? Y sobre todo, no nos vanagloriemos de nuestro hallazgo y, si encontramos algo que no debemos hurgar, mejor dejémoslo ahí.

Recordemos lo que sucedió con Adán y Eva: pudiendo comer de todos los arboles del huerto, se empeñaron con comer el único que estaba prohibido y pues el resto es historia.

Por último, quiero reiterarles que hay cosas que de plano no podemos controlar. De plano, no nos esforcemos por dominarlas, nada más nos vamos a desgastar y ni vamos a lograr nada. Que les parece si mejor nos enfocamos en aceptarlas y sobrellevarlas, haciendo gala de nuestra capacidad de adaptación y de disfrute.

Les mando un abrazo adaptativo para que nunca olviden que hay alguien que es mucho mejor que todos juntos, Dios.

 

El Escribidor

Monterrey, N.L. 7 de junio de 2020


martes, 5 de mayo de 2020

Confía en Alá pero ata tu camello

Monterrey, N.L. a 4 de mayo de 2020


Voy a hablar de religión, a lo mejor piso algún callo, pero como diría el Chavo del Ocho: -fue sin querer queriendo.

De Oriente nos llega mucha cultura, historia e inclusive de allá vienen las religiones más acendradas para mi gusto. De aquellas lejanas tierras nos llega el Jainismo, el Budismo, el Zoroastrianismo, el Shintoísmo, el Islam y otros muchos ismos.

 Pero principalmente de allá llega mi religión, la que reconozco como la mera mera, el Cristianismo.

¿Por qué se le pegó en gana a Dios Padre que Cristo y nuestra fe nacieran en esos cálidos y recónditos parajes? ¡Sepa! Yo creo que tiene que ver con lo complicado que es vivir en esa zona y en especial en el desierto (les recomiendo leer en mi blog El Desierto, 25 julio 2007) donde se prueban los hombres y su fe. ¡Qué mejor lugar para determinar si tenemos una fe de a mentiras o de a «deveritas! –como diría la menor de mis hermanas.

Total que quiero contarles un cuento que me encontré en internet y que muchos se adjudican como propio, pero la verdad considero que ha de ser uno de esos que se le ocurrió a algún personaje de oriente que se olvidó de ponerle el Copy Right y pues ya cualquiera pudo decir que él lo hizo.

Pero vayamos al cuento que es lo importante en este escrito y después lo desmenuzamos.

Dice así:

«Un maestro sufí estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.

Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar, le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.

Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa. El maestro preguntó: -¿Qué ha pasado?

¿Dónde está el camello?-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios,

Porque yo le dije a Él que lo cuidara; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.

El maestro dijo: -Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pero no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos. Confía en Dios, no confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás tenso. Ata el camello y después confía en Dios. »

Vamos a situarnos en el contexto para poder sacarle el jugo al relato.

Primero, el camello en esos lares viene a ser algo más que un medio de transporte, son tan importantes para la gente de allá que llegan a ser inclusive un símbolo de estatus. Cuantos camellos tienes indican qué tan rico eres.

Esta la figura del maestro el cual lejos de actuar de manera sobre protectora y paternalista dejó que el discípulo se hiciera responsable de esa riqueza. ¿Les suena familiar, Lectora, Lector Queridos? ¿No se parece mucho a la libertad de elección que Dios nos regaló? Justamente eso es lo que representa, Dios otorgándonos nuestro libre albedrío.

Era el desierto, era de noche, estaban cansados. ¿A qué les suena? ¿No es un poco es la pandemia, estamos en casa sin poder salir, estamos cansados? Es decir, normalmente las pruebas aparecen de la manera más insospechada. Sin decir: ¡Agua va! Nos llega el ramalazo de la epidemia y de la confinación. Y ni a quien reclamarle. Debe ser mucha la impotencia que muchas personas debieron sentir, acostumbrados a reclamar sus derechos. Más de un@ debe haber pensado: -hay que hablarle al gerente. Pero ¿saben una cosa? Ese gerente no toma llamadas.

Finalmente está el discípulo, o sea tú mismo, que en un gesto de flojera y comodidad dejó su misión más importante al azar, que al cabo Diosito me lo va a cuidar. Claro, ¿Y tu nieve de limón de qué sabor la quieres discípulo flojo? Así no funcionan las cosas. Tenemos un dicho, el equivalente en occidente, que dice: A Dios rogando y con el mazo dando.

Es decir, pide las cosas como si todo dependiera de Dios pero actúa como si todo dependiera de ti. Dicho de otra manera, está muy bien creer que para Dios no hay imposibles pero es una realidad que no podemos manipularlo a nuestro antojo y hacer que Él haga lo que nos corresponde a nosotros.

Que quede bien claro Él no va a hacer lo que nosotros con nuestras manitas debemos hacer.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo bien fuerte no le aunque que haya coronavirus.

 

El Escribidor


jueves, 30 de abril de 2020

Si quieres ver sonreír a Dios


Monterrey, NL a 29 de abril de 2020

Cuéntale tus planes. Así dice el dicho y así son las cosas.
Yo creo que es más fácil entender lo que nos pasa si lo vemos desde la óptica de nuestra realidad. Me gustaría saber –por pura curiosidad estadística- cuántos de los planes trazados con esmero y exactitud se vinieron abajo con esto de la pandemia.
Sería muy divertido ver la cara de los grandes hombres de negocios, recios en su carácter, decididos en sus planes y estrictos en su manera de ser, cuando les dijeron por primera vez: Don mandoatodomundo, sabe que el sr. Otroquemandaatodoelmundo no va a poder reunirse con usted. ¿Ah sí? y eso, ¿por qué? ¿No sabe acaso con quién está hablando? Este, si Don, pero resulta que está prohibido viajar por avión y pues los vuelos están retrasados o de plano cancelados. ¿Y eso por qué? Lo que pasa Don, es que hay una pandemia de coronavirus. Mmm puros pretextos para no trabajar.
Y se aplicó la contingencia no le hace que fueras morenito o güerito; chaparro o gigante; católico o musulmán; pobre o rico; bonito o más bonito. Todos a su casita a disque hacer Home Office, que no es más que otra forma de decir, vamos a capacitarnos On-Line, a jugar en el cel y a ver videos. Ah y a tener hartas juntas, finalmente hay que justificar el sueldo.
Los «lo quiero para ahorita» se cambiaron por los «¿Cuándo crees que me lo puedas tener?».
Las oficinas se cambiaron por salas.
Los trajes se cambiaron por pijamas.
El Stress se cambió por Relax.
Y ni quien pille por estos cambios de modalidad. Ni quien se queje –salvo sus deshonrosas excepciones que se aferran a quitarle lo hogareño a las videoconferencias de Home Office- por la humanización de la deshumanizada vida laboral.
 Hay un grupo de seres vivos que el Home Office les viene guango.
Puede ser la junta más importante del día y si al niño se le ocurre que quiere mostrarle su pictórica obra de arte en ese momento a su papá, pues va y se la muestra. Al fin y al cabo, el papá y su junta están invadiendo su otrora terreno y horario de juego. Y ni quien diga nada.
Las mascotas son otro caso que se cuece aparte, puede estar la clase universitaria virtual en pleno apogeo pero si al gato se le ocurre ir con su ama, aunque sea la maestra, rompiendo todo el protocolo va y se aposenta en sus piernas, como quiera suelen ser suyas. Y ni quien diga nada.
No podían faltar los campeones de la impertinencia, lo cuales a media reunión por video conferencia y en el momento de más seriedad, les da por afilarnos nuestros cuchillos, comprar nuestra chatarra o simplemente traernos una serenata no solicitada. Sólo se escucha un «disculpas» de aquel que, en un descuido, dejó encendido su micrófono. Sonrisas de fondo, un poco de relajación y la junta continúa. Y ni quien diga nada.
¿Y las agendas? ¿Y los planes estratégicos de negocios? ¿Y los planes personales? Excuso decirles que perdieron vigencia. No hay planes más allá de un mes. Aprendimos a vivir un día a la vez, una semana a la vez, un mes a la vez.
De hecho el dicho judío original dice: Nosotros planeamos, Dios se ríe.
Y como no se va a reír si los humanos en nuestra pequeñez creemos que tenemos el control de nuestras vidas. Creo que ya quedó más que claro que lo único que podemos controlar son nuestros celulares y nuestras televisiones.
A mí me da mucho gusto que Dios nos haya puesto un hasta aquí a todo nuestro relajo. Que nos haya puesto una pausa general para repensar nuestras vidas egoístas y llenas de materialismo. Que bien que nos puso cara a cara con nuestra debilidad humana –aunque pienso que se vio muy extremo pero de otra manera se me hace que no hubiéramos recapacitado.
Solo nos queda esperar a que nos den permiso para retomar el permiso de seguir con nuestras vidas. ¿Cuánto faltará? No los sabemos. ¿Cómo lo haremos? Ni idea. ¿Cómo seremos después de que todo este asunto concluya? Sepa.
De una cosa estoy seguro, cuando se den las cosas, ya nada será igual, queramos o no. Hagan de cuenta que nos quitamos un zapato después de mucho caminar y nos lo queremos poner de nuevo, no va a entrar. Así será, vamos a querer tomar nuestra vida normal y no va a entrar. Entonces, tendremos que evolucionar.
Lectora, Lector Queridos, los invito a que nos preparemos a una nueva vida sin saber cuándo llegará.
Les mando un abrazo evolucionado y con el permiso de Dios, para que no se ría,

El Escribidor

martes, 7 de abril de 2020

La dichosa cuarentena (tengo miedo parte III)



Monterrey, Nuevo León a 3 de abril de 2020

Desde algún lugar de mi casa donde no ha llegado el coronavirus pero si la cuarentena, emito un desganado pero desgarrador grito de fastidio.
Como lo dije en otro de mis artículos, sé que el coronavirus es sumamente contagioso pero también sé que afortunadamente no es tan letal, algo así como un 3-5. Pero gracias a que se pega más que las canciones de José José nos hemos visto en la penosa necesidad de poner una pausa a nuestro argüende y tal como lo haría un oso en el norte, tuvimos que caer en modo de hibernación.
Al principio no parecía mala idea. Descansar unos días sonaba pecaminosamente atractivo y he de confesarles que hasta me vi durmiendo hasta entrada la noche y levantándome entradito el día. Dije yo, pues que mejor que unas vacaciones no planeadas. No medí mis palabras.
Los primeros días, hagan de cuenta como niño con juguete nuevo. Traía el ánimo y tenía el trabajo necesario para hacer que mis horas de vigilia se fueran de volada. Pero resulta que de pronto a todo el mundo –literal a todo el Mundo- se le ocurrió poner pausa al programa.
De pronto mis citas se fueron espaciando, mis pendientes fueron disminuyendo, la actividad fue mermando. Omaigod, de pronto la actividad disminuyó de tal manera que comencé a llenar mi tiempo con libros, cursos, videos, etc. Es más ahorita estoy inscrito como a 6 Webinars y 2 cursos on line. ¡Haganmelfavor!
Y súbitamente, aquel sueño de descanso y placer se convirtió en una pesadilla donde descansar significa solamente cambiar de lugar en la casa. Con decirles que espero con ansias la publicidad de los proveedores y hasta el spam reviso. De pronto no hay rutina suficiente para llenar este tiempo. ¿Les había dicho que tengo una calculadora Canon LS-100TS con 27 teclas, Tax & Business? Lol.
Tal como sucedía cuando nuestros padres nos decían que era por nuestro bien cuando nos pedían que hiciéramos algo que nos desagradaba así nos sucede ahorita.  Habemos algunos que a regañadientes aceptamos el claustro, pero hay otros que de manera irresponsable continúan con su vida normal sin dimensionar el riesgo que corren de contagiarse y de propagar el latoso virus. ¡Nohayqueser! Si no lo hacen por ustedes, háganlo por su familia y por sus seres queridos. Guárdense y asosiéguense, ¿qué les cuesta? Si todos ponemos de nuestra parte pronto saldremos de esta y entonces si podrán andar de «pata de perro».
Es que la verdad, ver la manera como les pegó a nuestros amigos de China, España o Italia debería ser suficiente para que nosotros extremáramos precauciones y decidiéramos hacer lo que nos pegue en gana, pero eso sí, guardaditos en casa.
Yo veía esta enfermedad como muy lejana. Hasta un poco surreal. Pero me acabo de enterar que un conocido cercano tiene coronavirus. No sabe cómo lo contrajo, es más ni siquiera él sabía que lo tenía. Pero de una cosa estoy seguro, si es real.
Lectora, Lector Queridos, sé que son momentos muy densos y complicados por lo cual les sugiero varias cosas:
Primero: recordemos que lo más importante en este momento es enfocarnos en mantener la calma viviendo un día a la vez. No es necesario llenarnos de ideas acerca del futuro. No nos preocupemos por el futuro, ya lo dice la Biblia, Mateo 6:25 «Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?»
Segundo: ya hablamos de toda la desinformación a la que somos sujetos, pero de nosotros depende filtrar todo aquello que no nos sirva de nada. Dejemos entrar a nuestras vidas toda la información que sirva para levantar nuestro estado de ánimo. Recordemos que las noticias se nutren del amarillismo que viene de todo el mundo.
Tercero: establezcamos metas diarias alcanzables y disfrutables. Démonos premios en la medida que vayamos teniendo nuestros logros. Retemos a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo para mantenernos saludables.
Cuarto: por favor cuidémonos, esta enfermedad se volvió pandemia por la irresponsabilidad de aquellos que pensaron que no pasaba nada. Debemos detenerla ya poniendo de nuestra parte. Estoy seguro que haciendo la parte que nos toca –salir poco, cuidarnos mucho- pronto estaremos hablando de esta situación como un amargo recuerdo y nada más.

Lectora, Lector Queridos les mando un abrazo enclaustrado que los llene de paz.

El Escribidor

martes, 31 de marzo de 2020

Ahí viene el coronavirus (tengo miedo parte II)


26 de marzo de 2020

Una cosa es el miedo al relámpago, al fuego, a los huracanes, a los volcanes, a los animales y demás. Eso estaba bien para el hombre de las cavernas dado que huir de esos fenómenos muchas veces representaba la diferencia entre morir o seguir viviendo y obviamente no contaba con Wikipedia para ayudarle a entender el por qué de esos fenómenos.

Otra cosa es el miedo a la oscuridad, a la lluvia fuerte, a los perros, a los bichos y otras cosas y tenerlo está bien para los niños. Se entiende que todavía no cuentan con la madurez ni con el conocimiento para enfrentar situaciones inesperadas.

Pero temerle a una enfermedad que, si bien es muy contagiosa pero para nada letal como otras muchas que hay, como que no es muy entendible para los adultos del siglo XXI que ya han visto prácticamente de todo –nos faltan los ovnis- y además los deja muy «mal parados».

En un siglo donde ya hemos visto de todo y prácticamente no hay secretos para nadie, seguir teniendo esos miedos primitivos como que ya está fuera de lugar y en ocasiones hasta nos hace ver ridículos. Basta con ver la infinidad de desinformación que circula por todos los medios y que hace presa fácil de la ingenuidad o de la ignorancia de la gente, y quiero detenerme a explicar a fondo el origen de esta situación: Las «señoras».

Cuando hablo de las «señoras» no hablo en el sentido misógino sino más bien, me refiero a una actitud que se presenta tanto en hombres como mujeres de cualquier edad o condición y que se caracteriza por la propagación de noticias, informes, novedades, «fun facts», estadísticas, recetas, pensamientos de famosos, etc. por demás ridículas y sin ningún fundamento ni certidumbre. Otros ingredientes que acompañan a esta acción son: la falta de un criterio que permita discriminar entre la información y la desinformación y una total irresponsabilidad sobre el efecto en las masas.
¿En las masas, Escribidor? ¿No estás exagerando un poco?

Lectora, Lector Queridos, no, para nada considero estar exagerando y he de presentar un par de ejemplos para sustentar mi atrevida y loca afirmación.

Ejemplo uno, transcribo la noticia: «Dos jóvenes fueron hospitalizados en Querétaro por hacer gárgaras con cloro y con líquidos de limpieza, luego de que leyeron en internet que así evitarían contagiarse de Covid-19». Sin palabras.

Ejemplo dos, mucho menos agresivo, recibí una llamada de una de mis hermanas muy angustiada porque leyó un Whatsapp que dice que debemos rociar nuestra casa con agua bendita y poner una cruz en la puerta de la casa porque la virgen se apareció y dijo que deberíamos hacer eso para evitar que el Covid-19 llegue a nuestra casa. ¿y si lo hace y se confía que de esa manera no llegará? ¿y si deja de seguir las instrucciones de las instituciones oficiales de salud porque al fin y al cabo ya está protegida? Total irresponsabilidad.

Y podría seguir enumerando una y mil noticias relacionadas con la pandemia y tendría material para una y otra página y no terminaría nunca. Lo que sucede es que desafortunadamente las noticias negativas reavivan nuestro morbo y hacen que corran como reguero de pólvora.

Volvamos a nuestro miedo de moda: el coronavirus. De por si es una enfermedad escandalosa por su manera de propagarse y por sus efectos en la gente mayor y los enfermos con algunas condiciones preexistentes, si a eso le sumamos toda la desinformación que las «señoras» con sus poderosos celulares y múltiples horas de ocio son capaces de generar y propagar. Agreguemos una humanidad que no se queda quieta por más que se les sugiere o en algunos casos hasta se les ordena y tenemos como resultado de esta ecuación una pandemia que por más que se esfuerzan nomás no se calma. Un mundo colapsado económica y anímicamente atiborrado de desinformación para intranquilidad de todos.

Y es que el miedo es medio convenenciero o más bien somos medio convenencieros con el miedo. Nos apanicamos para poder hacer «home office» pero lejos de ver a la gente atrincherada en sus casas, las encontramos en los centros comerciales, en los parques, de paseo, nombre, ¡así no se puede!

Pero eso si, esas «señoras» te piden que te laves las manos y la cara, que te cambies de ropa, que desinfectes hasta los desinfectantes, ¿así po’s cómo?

Ahora bien, habemos gente con un miedo real y auténtico que nos permite permanecer alertas ante los peligros pero que aunado a un pensamiento crítico impide que nos quedemos pasmados sin hacer nada. Una perfecta dosis de miedo y una perfecta dosis de valentía.

Quiero enfatizar tres puntos acerca de la pandemia Lectora, Lector Queridos,

Primero, te recomiendo que le pierdas el respeto al coronavirus, ojo, no te digo que bajes la guardia, más bien lee sobre él en páginas confiables donde te puedas enterar de los pormenores de la enfermedad pero sobre todo, de la manera de evitarla.

Segundo, recuerda que nada es para siempre y esta pandemia no es la excepción, si bien nos ha paralizado, llegará el momento en que decaerá y ese será el momento de retomar el control de nuestras vidas.

Tercero, te voy a recomendar lo que escuché decir a la dueña de mis quincenas a su padre al sentirlo angustiado por estos tiempos raros y complicados: vive un día a la vez. Lo dice la Biblia en Mateo 6:34 -Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas-.

Este es el momento de enfrentar nuestros miedos pero desde una trinchera de información y de paz. Evita leer o ver noticias que lo único que causarán en ti será una oleada de angustia e intranquilidad. Bloquea a las «señoras» y aprovecha estos tiempos de tranquilidad forzada para reevaluar donde estás y hacia donde te quieres dirigir.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo fraternal y libre de coronavirus y de «señoras».

El Escribidor

sábado, 6 de octubre de 2007

Hay de pérdidas a pérdidas...

Lector Querido, te advierto que con este artículo busco abrir en tu conciencia una herida grande y profunda, ojalá que te salga una ampolla muy grande o ya de perdida, que te de una comezón de aquellas que ni con Caladryl se te pueda calmar.

Para ponernos en contexto, permíteme comentarte que partiendo del hecho de que seas religioso o no, puedes llegar a pecar -dañar, afectar, lastimar, molestar, fallar, ignorar- de pensamiento, palabra, obra y omisión.

Lo que significa que puedes ir desde la más leve de las afectaciones -el pensamiento- pasando por la más común y venenosa -la boca- hasta la más completa, la acción misma.

Pero existe una manera por demás mediocre, cómoda y tibia de pecar: la omisión, que no es otra cosa que no hacer nada. Nos quedamos como en stand by ante la necesidad o problemática del prójimo y es que es más fácil no meterse en broncas ni complicaciones, al fin y al cabo, tenemos muchas cosas más importantes que hacer.

Quiero hablar de tres casos, los tres conllevan una pérdida, los tres tienen soledad, los tres me hicieron plantearme varias preguntas: ¿y los supuestos amigos? ¿Y las condolencias? ¿Dónde está la solidaridad?

La primera pérdida, a mi amigo se le murieron su papá y sus amigos el mismo día. Yo ni supe, fue de esas veces que Dios te lleva a un lugar porque quiere que asistas.

Me lo encontré y me enteré. Me acerqué a decirle que lo quiero y que ahí estoy para lo que se le ofrezca. La pérdida ya estaba dada; el corazón ya sufría; sólo le sobé un poquito.

Mi amigo estuvo en grupos y más grupos, es especial parroquiales, pero resulta que ese día, cuando se le ocurrió morirse a su papá, los amigos estaban demasiado ocupados para asistir al amigo, para soportarlo un poco, para condolerse con él.

 Omisión a todo lo que da!!!! Y los pretextos sobran: no me llegó el mail, tenía una llamada perdida pero no reconocí el teléfono, ya lo iba a buscar pero tuve un problema, tengo mucha chamba, me queda muy lejos. ¿Yamiqué?

La segunda, a un cuate -me pasó lo que pasó con Mochin, no alcanzamos a ser amigos- que gozaba de plena salud, una vida promisoria, una familia feliz y próspera, de pronto, le tocó partir sin decir adiós.

Una pérdida, como dice la canción: the good die young (los buenos mueren jóvenes). Una esposa desolada, un hijo desconcertado.

Mi amiga, triste a más no poder, perdió a su hermano. ¿Y los demás? ¿Los cientos de personas que conoció cuando joven? ¿Los amigos de los grupos parroquiales? La omisión se hizo presente otra vez. ¿Yamiqué?

Por último, una pérdida de esas que nomás son materiales, a la señora de la limpieza de la compañía para la que trabajo, le robaron veinte mil pesos de su casa.

A mí se me hace una cantidad muy respetable, imagínense lo que representa para una persona que gana apenas arriba del sueldo mínimo. Si no eran los ahorros de toda su vida, al menos lo eran de una muy buena parte de ella. Y se desahogó con la gente de la oficina, pensando que depositaba sus penas en gente que la estimaba. Pero ¿saben qué hizo la gente que escuchó sus lamentos? Se lo recuerda cada vez que la ve: Todavía tiene los ojos rojos de tanto llorar Señora, -le dicen- es que no es para menos. O sino dan rienda suelta a su morbo: ¿Ya sabías que a la señora le robaron? –Con un tono como de vecindad-. Pero, ¿Alguien se ha acercado a ver cómo le va a hacer la señora para pagar sus recibos? ¿O con qué va a comer? ¡Para nada! Al fin y al cabo, es la señora de la limpieza y ya debe estar acostumbrada a esas cosas. ¿yamiqué?

Recuerdo hace unos días, uno de mis subordinados tuvo una pérdida, se le murió el perro y estaba muy preocupado porque no sabía cómo iba a decirle a su hija la verdad. Me quedé pasmado al ver tanta urgencia ante una situación tan trivial. Es que hay de pérdidas a pérdidas. Para él es el fin del mundo que se muera su mascota pero, ¿y la señora de la limpieza? Esa no es mi bronca.

Justamente ese es el problema que quiero enfatizar, vivimos ensimismados en nuestro propio bienestar y nos volvemos egoístas e inmunes al dolor ajeno, a tal grado que perdemos la noción de las cosas y su verdadera dimensión, olvidamos que como humanos estamos en niveles de vida y de madurez diferentes y que mientras más ascendemos, en lo material y lo espiritual, nuestro compromiso con los demás aumenta. Dios espera más de nosotros mientras más tenemos: Siervo flojo y malo, te di un talento….

Lector Querido, un abrazo para que no pases indiferente ante los sufrimientos y necesidades de los demás,

El Escribidor

Monterrey, N.L. a 6 de Octubre de 2007

miércoles, 27 de junio de 2007

¿Por qué la pata cruzó la calle?

 A mí me engolosina hablar de Dios. No es que sea muy religioso, lo que sucede es que una vez que descubres que Él lo es TODO, es imposible no reconocerlo en cada situación de tu vida. Y lo que más me agrada de Él, es que hace lo que le da la gana, cuando se le da la gana: Libertad total y absoluta.

Para ejemplo, tres botones: 

Imaginen por un momento Lectora, Lector Queridos, lunes, 15:30 hrs., 39°C, que voy circulando por la Av. Ignacio Morones Prieto -una de las avenidas de Monterrey más peligrosas y transitadas- a una velocidad de 80 km/hr y exactamente enfrente del parque España, a Dios se le pegó en gana que pasaran dos patas -con cinco crías cada una- de un lado a otro de la calle. Un hecho totalmente surreal e increíble. Es una muestra de que nada escapa a la Voluntad de Dios. 
Las patas simplemente cruzaron, sin la más leve muestra de temor. Para mi que Dios les dijo: “Ustedes crúcense, yo les echo aguas”. Y ellas, simplemente lo obedecieron. 
He aqui la pregunta importante, nosotros, ¿Cuántas veces dejamos de hacer algo a pesar de que Dios nos esté diciendo de mil maneras que lo hagamos? 
O a veces lo opuesto ¿Cuántas veces hacemos algo, a pesar de que Dios nos previene que no lo hagamos? !Ah no! nos encanta hacernos patos.

 Ahora imaginen, una tarde, un súper de esos de los que hay muchos, me dispongo a sacar dinero de un cajero y de pronto, siento una mirada. Un par de ojitos desde el piso me observan fijamente. Es un pajarito, que por lo que percibo, lleva rato sin poder salir. Una señora me dice: «Tenga cuidado, lleva rato volando, no vaya a picotearlo». Lo tomo sin miedo – ¿Qué me puede hacer este pajarito?- pienso. El pajarito no hace el menor esfuerzo por escapar, lo tomo en mi mano y lo libero fuera de la tienda. 
Me imagino que cuando yo llegué a la tienda, el pajarito estaba platicando con Dios: -Señor- le dijo, -¡no puedo salir!-; -Ahí viene César- dijo Dios, - él te va a ayudar-; agrega el pajarito, -tiene cara de enojón-, -Si, pero es buena onda-. Extraños caminos tiene el Señor. 

Me platica mi esposa que a un señor que tiene una carreta -se gana la vida recogiendo basura- se le escapó el caballo y el dueño ni en cuenta. El caballo corrió por la Av. Morones Prieto -se me hace que a Dios le gusta esta calle para hacer sus milagros- hasta que un buen samaritano, se detuvo y amarró al caballo a un poste, al lado de la avenida, para que no se escapara ni corriera peligro. El dueño vio el caballo por las noticias y fue a recogerlo. El caballo a salvo y el dueño feliz. 

Es que si Dios quiere que una hoja permanezca, podrá desaparecer el árbol y la hoja permanecerá. Tres ejemplos de una infinidad de milagros que deben estar sucediendo todos los dias en todo el mundo. 

 Lo malo es que con tantas matanzas y dramas que los medios nos presentan, como que vamos perdiendo la capacidad de asombro y lejos de reconocer las maravillas que Dios nos regala y sus milagros, nos la pasamos contando muertos. 

¿Eres capaz de reconocer las maravillas o milagros que Dios trae a tu vida? Tu salud y la de los tuyos; tu casa, tu alimento, tu empleo, tu vestir. ¿Tienes padres? ¿Hermanos o amigos? ¿Eres feliz? ¿Tienes paz? ¿Gozas de libertad? 

Hace poco recibí un correo de una buena amiga -que también es mi Comadre- donde nos habla del acuse de recibo que debemos dar cuando recibimos las bendiciones que nos manda Dios, es tan simple como dar las gracias y yastá!! eso es todo lo que Él espera. 

 A mi Padre Dios, Gracias por todo lo que nos das en cada momento!!! A ustedes Lectora, Lector Queridos, para no se olviden de agradecer por todo lo que reciben, un abrazo. 

 El Escribidor
Monterrey, N.L. a 25 de Junio de 2007

miércoles, 6 de junio de 2007

Sucedió en un lugar de Sudáfrica...

Lectora, Lector Queridos,

Lo que opinen de mis escritos me hace ser mejor. He recibido de todo, desde lectores que gustan de mis escritos hasta quien me pide que aprenda a escribir. Todo es bienvenido

Saludos!
El Escribidor.


Monterrey, N.L. a 4 de Junio de 2007


No se si ya tuvieron oportunidad de observar un video, Lectora, Lector Queridos, donde en algún lugar de Sudáfrica, una manada de búfalos de agua, es atacada por cinco leonas.
Sumida en la desesperación, la manada deja atrás a una búfalo y a su cría. La madre logra escapar, no así, la cría la cual es empujada a un lago, donde las cinco leonas intentan asfixiarla para poder devorarla. En un momento ya de por si crítico para el pequeño búfalo y para acabarla de acabar -diría mi padre- aparece en escena un cocodrilo y lo atrapa de una de las patas. Comienza el forcejeo entre el cocodrilo y las leonas. 
Y cuando ya todo parece perdido, aparecen un buen número de búfalos de no se dónde -arrepentidos, digo yo- y le echan montón a las leonas. Y hasta ahí la valentía de las felinas, -¿patas pa’ qué las quiero?-, dejan en paz al becerro quien increíblemente sobrevive, para seguir con su vida, un poquito traumado me imagino, pero vivo al fin.
Aprendí muchas cosas de esto, por un lado, que el seguir a las masas no necesariamente te garantiza la supervivencia, sino pregúntenle a la madre; en el momento más crítico, todos se van, pregúntenle al becerro; nada te garantiza el éxito, puede escaparse de tu manos cuando crees que lo tienes agarrado , sino pregúntenle a las leonas; intentar robar el mérito de otros no significa hacerlo propio, aino pregúntenle al cocodrilo y en un rasgo muy parecido a los humanos: en el montón, todos somos valiente, sino pregúntenle a la manada.

Me pregunto y les pregunto: 
¿cuántas veces les ha tocado ser el becerro? descuidados, inexpertos, con mucha suerte. 
¿Cuántas veces han sido parte de la manada? Egoístas, llenos de miedo, con un poco de sentimiento de culpa.
¿Cuántas veces han sido como las leonas, valientes, feroces pero hasta cierto punto confiados.

Finalmente, creo que deben luchar cada día de la vida, tal como hizo el becerro, quien en ningún momento dejó de pelear a pesar de tener todo en su contra, recuerda siempre la frase: esto no se acaba, hasta que se acaba.

Para ti Lectora, Lector Queridos, para que siempre luchen como si todo dependiera de ustedes y dejen todo en Dios, como si todo dependiera de Él… un enorme abrazo.

El Escribidor

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...