Me encontré
por ahí un párrafo del libro Golden Day de Robert Burdette que viene a
bien para estos tiempos y que dice: «Hay
dos días en la semana que nunca me preocupan. Dos días despreocupados,
mantenidos religiosamente libres de miedos y temores. Uno de esos días es
ayer…y el otro día que no me preocupa es mañana»
Aquí vemos la clave para contrarrestar toda
esta neurosis global ocasionada en gran medida por la pandemia y por todos los
actores en este juego de dimes y diretes llamado chisme social –léase redes
sociales–.
Por un lado, vivimos preocupados por
todas las cosas que dejamos de hacer; o por las cosas que hicimos mal; nos exacerba
el coraje por no haber tomado una decisión adecuada y por habernos equivocado.
O por habernos equivocado al no tomar una decisión.
Fantasmas del pasado arrebatándonos un
presente valiosísimo e irrepetible, impidiéndonos gozar del momento presente.
Y luego aparece la depresión como una
factura por cargar con nuestras culpas pasadas.
Eso sí, somos especialistas en el arte de
la culpa.
Deporte nacional practicado desde tiempos
inmemoriales.
Arraigado en nosotros por nuestros
ancestros los cuales dominaban el arte de culpar a otros y sobre todo, de
hacernos sentir culpables.
Ratificado por nosotros mismos,
blandiendo la culpa como un arma contra los demás tratando de evadir nuestra
propia ineficiencia o inmoralidad.
Por otro lado, vivimos preocupados por lo
que pueda suceder mañana. Miedos anticipados alimentados por nuestra ignorancia
o por nuestra inocencia al creer cuanto informe nos llega sin si quiera
cuestionar la fuente.
Calamidades e infortunios imaginarios
invaden nuestra tranquilidad y nuestro presente.
Creamos en nuestra mente todo tipo de
escenarios apocalípticos y terminamos por creerlos. Ensuciamos una vez más
nuestro presente con situaciones irreales.
Entonces aparece el cobro, una angustia
desmedida ocasiona en nosotros una ansiedad incontrolable.
Le llaman las enfermedades del siglo XXI:
la depresión y la ansiedad. Ambas totalmente psicosomáticas. Ambas totalmente
manejables.
Pero no, nos aferramos a creer que de
verdad estamos enfermos y nos plagamos de síntomas que nos hacen creer que de verdad
estamos enfermos.
Dolores de cabeza, dolores musculares,
gastritis, enfermedades de la piel y muchas más aparecen producto del stress, primo hermano de ambas.
Comenzamos la carrera por la salud,
asistimos al psiquiatra, al psicólogo, al médico y muchas veces recurrimos
hasta con charlatanes para que nos ayuden con nuestros problemas.
Pero la solución es muy simple y está al
alcance de nuestras manos. No va a ser fácil pero si somos constantes,
lograremos vivir en paz.
La solución consiste en vivir el momento
presente. Nada de preocupaciones por lo que pueda pasar ni culpas por lo que
pasó. Lo verdaderamente importante es aquí y ahora. Este momento es el más
precioso y debemos esforzarnos en vivirlo con una intensidad como si fuera el
último momento de nuestro existir.
Vivamos un momento a la vez. Disfrutemos
de quienes nos rodean y de lo que nos rodea. Demos gracias a Dios por estar
vivos un momento más.
Desechemos todo lo que nos quite la paz y
el sosiego.
Recuérdenlo Lectora, Lector Queridos, el
momento más importante es el momento que estamos viviendo porque no habrá otro
igual.
Para que vivas el momento presente y lo
disfrutes al máximo, te mando un abrazo
El Escribidor
Monterrey, N.L a 2 de junio de 2020
1 comentario:
1-Hakuna Matata
2-Es imposible no estar abrumado por la marea de la informacion, hay quienes lo llevan al extremo de enfermarse de ver malas noticias todo el dia y tambien hay quienes no se preocupan porque no esta dentro de su control. Ambos extremos estan mal (en mi opinion) mas bien habria que leer algo, cuestionarlo, revisar si la informacion tiene fuentes y son confiables y ya despues de haberlo analizado entonces si elegir si preocuparse o no!
Pero hay que estar informados, eso es definitivo!
Saludos!
Publicar un comentario