Monterrey, N.L. a 15 de Octubre de 2007
Así dice una canción y así dice la vida. Y al que no cambia, lo
cambian.
Dios nunca es igual,
siempre está cambiando, nunca se repite, siempre es nuevo. Como dice en
Apocalipsis 21:5 He aquí, yo hago
nuevas todas las cosas.
Dios es vida y movimiento
a la vez.
Y la vida, nunca es igual,
siempre está cambiando, nunca se repite, siempre se renueva.
¿Han notado Lectora,
Lector Queridos, que cuando el agua se estanca, se pudre? y que decir de la
sangre, siempre ha de estar en movimiento o se coagula.
Entonces, ¿por qué el
hombre se aferra a estancarse siempre en un solo sitio? ¡Sepa!
Sucede que cuando llega el
momento de realizar algún tipo de cambio a la mayoría de las personas les entra
un miedo de aquellos en gran medida por lo incierto de lo venidero. Yo le llamo
miedo primario que viene a ser cuando salimos de nuestra «zona de confort»
y nos aventuramos -a fuerza del cambio mismo - en una tierra desconocida.
Ya sea porque nacemos, crecemos, nos casamos, nos separamos, trabajamos,
dejamos de trabajar, envejecemos, morimos, es decir, cada situación de nuestra
vida conlleva un cambio y normalmente nos da « cus cus».
A pesar de que ese
movimiento nos pudiera llevar a situaciones más prósperas y beneficiosas, nos
aferramos y nos resistimos; y muchas veces, termina sucediéndonos como a los
grandes árboles cuando sopla el viento fuerte, terminamos por resquebrajarnos.
Deberíamos seguir el ejemplo de la hierba que ante un temporal, se dobla pero
no se rompe.
Resiliencia es la palabra,
la cual no es otra cosa que «aguantar vara».
Hay cambios que vienen
patrocinados por la vida y ahí no hay de otra que que apechugar;
en cambio, otros nos los
recetamos nosotros mismos. Los primeros hacen acopio de nuestra capacidad de
adaptación y de nuestra fortaleza. Los segundos, aunque pudiéramos pensar que
son más calculados, tienen el factor humano que suele provocar resultados
completamente inesperados, a veces salen bien y terminamos en un mejor lugar
pero a veces nos falla y nos «va como en feria».
Permítanme mencionar un
aspecto más del cambio: siempre va para adelante, nunca para atrás. Aunque en
un arranque de terror optáramos por «rajarnos», no hay marcha atrás.
Ni las circunstancias, ni las
personas, ni los momentos, pero sobre todo, ni la comodidad perdida se pueden
recuperar. A palo dado ni Dios lo quita. Posyaque!
Hoy quiero dedicar mi
artículo a una de mis hermanas, ella, en un cúmulo de valentía y de miedo -
valiente no es el que no tiene miedo, sino el que lo tiene y lo enfrenta-
decidió tomar un camino para nada sencillo. Tomó la decisión de hacer algo que
le permitirá vivir de pie y con la mirada en alto. Yo en su lugar, temblaría
como gelatina.
Pero estoy seguro que las
cosas irán por un camino que en el peor de los casos, será mucho más pleno y
lleno de satisfacción que el otro. ¡Saco los cohetes!
¿Sabes una cosa Lectora,
Lector queridos? Resistirnos al cambio no impedirá que la vida siga su curso,
lo único que provocará en nosotros es una enorme angustia y un terrible
desgaste porque las cosas son como son y no como quisiéramos que fueran. Me vi muy
Zen pero así es.
Por eso, siempre a mí me
gusta dejar en manos de ÉL el ritmo de la vida y yo me quedo con la obligación
de disfrutar cada momento…Yo «flojito» y cooperando.
Hay una oración muy
popular que a mí me gusta mucho y que resume exactamente lo que con muchas
palabras quise transmitir:
Señor, dame valor para
cambiar las cosas que puedo cambiar,
Serenidad para aceptar las
que no puedo
Y sabiduría para
distinguir la diferencia.
Lectora, Lector Queridos,
para que siempre seas dócil al cambio, te mando un abrazo cambiante
El Escribidor
No hay comentarios:
Publicar un comentario