miércoles, 4 de marzo de 2020

Yo sólo estoy de paso


                                                           Monterrey, Nuevo León, a 3 de marzo de 2020

«Yo sólo estoy de paso» se volvió mi grito de guerra y mi protección contra la comodidad y la dejadez, pero antes de explicarles por qué permítanme ponerlos en contexto Lectora, Lector Queridos.

Acúsome de haber buscado siempre en mis anteriores empleos la duración más que la superación. A mis ojos y a los de mucha gente, mientras más años tenía un individuo en la empresa más digno de admiración era.

-¿Cuántos años tienes ya en la compañía? ¿Quince? ¡Wow! Tu sí que eres un buen empleado.
Cuando a mí me preguntaban sentía pena, puesto que lo más que había durado hasta mi penúltimo empleo, fueron tan sólo seis años.
Es que la verdad, más o menos al tercer año de entrar a un nuevo trabajo comenzaba a sentir un escozor en mis nobles músculos mayores que me hacían comenzar a imaginarme en una oficina nueva, con gente nueva, con nuevas metas y nuevos logros y comenzaba la búsqueda.

Pero en mi penúltimo no fue así. Llegué, deshice mis maletas, acomodé todos mis tiliches y me dediqué a trabajar. A trabajar como negro para vivir como blanco –perdonen mi chiste racista.

En pocas y llanas palabras: me acostumbré.
Según una definición que encontré en internet, acostumbrarse es dejar de encontrar molesta o extraña cierta cosa o persona; pues bien, dejé de sentir extraña o dejó de molestarme la oficina en la que entré y las personas con las que trabajé.

Y vaya que era una oficina nada cómoda, pero con la costumbre como que se le pierde el asco y hasta se le toma cariño.

Y de la gente, (en serio que no quiero ser peyorativo) pero como que no éramos de la misma calaña y la verdad ni leíamos los mismos libros; es más, ni siquiera gustábamos de los mismos hobbies. ¡Éramos diferentes pues! unidos por un mismo logo y una misma nómina.

Y pasaron los años, de pronto sin darme cuenta ya tenía ¡doce años! Me volví uno de los más «viejos» y entiéndase por eso, los que más tiempo tenían en la empresa. O los que más aguante teníamos porque eso sí, había que tener aguante para durar ahí.

Yo decía que en la oficina había dos tipos de personas, los que tenían las manos lisitas y las rodillas abolladas de tanto pedir permiso. Estábamos por otro lado, los de manos coloradas de tanto recibir manazos por no consultar cada acción a realizar. Y a todo se acostumbra uno, menos a no comer –diría mi padre.

Y dejó de ser molesto para mí el hecho de renunciar a mis sueños por ayudar a otro con los de él. Viví adormecido y luché como nunca por lograr metas nunca antes pensadas.

Y dejó de ser extraño para mí el hecho de ver transcurrir los años sin seguir un objetivo personal y sin metas que me definieran a mí.

De pronto un día tuve una epifanía y me pregunté: -¿Qué hago aquí? Y empaqué mis cosas y guardé mis tiliches y me fui. Doce años se resumieron en tres días. Me prometí nunca más volver a acostumbrarme.

Busqué y encontré una nueva compañía que cubriera mis necesidades básicas y no más; al fin y al cabo, yo solo estaría de paso.

Así fue, oficina nueva, gente nueva de una calaña diferente, nuevos jefes. Nunca vacié mis maletas ni saqué mis tiliches. Todo se sintió molesto y extraño. No importaba, yo solo estaba de paso.

Comenzaron a pasar los días y comenzaron a pasar las cosas pero yo inmutable al fin y al cabo, yo sólo estaba de paso.

Trabajé duro, así soy yo; pero ya no perseguí sueños de otro, yo solo estaba de paso.

Un día el jefe me mandó llamar para reclamarme porque siempre decía que solo estaba de paso y que eso afectaba el clima laboral. Me pidió dejar de decir eso, el creyó que yo acepté. Cual Galileo al salir de su oficina dije: yo sólo estoy de paso.

De repente un día, todo se volvió más molesto y más extraño, recordé mi promesa. Entregué las cosas prestadas para trabajar y me despedí para empezar, o mejor dicho, para continuar con mis sueños.

Y ahora todo se siente a gusto y familiar, lucho por una vida, hombro a hombro con quien amo. Ahora sí, ¡así si baila mi hija con el señor!

Para ti, para quien no estoy de paso, te mando un abrazo.



El Escribidor

1 comentario:

Ralkee dijo...

Todos estamos de paso, eso es muy cierto y muy pocas personas lo entienden, se entegan a la empresa como si a eso vinieramos a la vida. A mi me pasa al contrario que a ti, siempre he temido el estar mucho tiempo en una sola empresa, porque asocie el crecimiento profesional con cambiar de trabajo (y asi ha sido siempre, he cambiado de empresa para crecer) y con crecimiento profesional tambien viene el economico.
Ahora tengo otra filosofia, ahora persigo el desarrollo personal y profesional, lo demas vendra como parte de esto y hasta ahora creo que me esta funcionando bastante bien.
Para ser alguien que no se imaginaba en una empresa mucho tiempo, llevo 5 años en esta empresa y se han sentido como un parpadeo porque ha pasado de todo.
En fin, creo que todos debemos hacer lo que nos llene y haga sentir plenos... porque despues de todo, nada mas estamos de paso.
Saludos!

Quema de Libros (Coronavirus parte II)

Siguiendo con este asunto de la pandemia y haciendo sumas y restas, me he dado cuenta de que hemos sufrido de todo tipo de afectaciones. Nos...