Monterrey, N.L. a 14 de Junio de 2007
Como diría mi amada –que me tocó la suerte de que también sea
esposa- se sigue muriendo gente.
Esta vez, murió una
«madrecita» de hombre.
Menudo él, pero con un corazón muy grande, pero ¿sabes?
irónicamente murió del corazón. Yo me hubiera imaginado que moriría de los
pulmones o del hígado, ya que sus «amores» (a parte de su «vieja» y sus hijas)
fueron el tabaco y el vino. Vicioso no era, pero si les prodigaba un especial
gusto a estos dos disfrutes y como diría mi padre: hay edades en las que uno ya
no está uno para esos trotes.
Es que Mochín fue de esos hombres que se acaban
la vida hasta el último aliento.
Y se acabó la vida y Quina perdió a su «viejo”.
Cuando la vi para decirle que la quería mucho y que ahí estaba yo
para lo que necesitara, las únicas palabras que me dirigió fueron: «¿cómo ve?,
se nos fue” – así como reclamándole a la vida o como pidiéndome que yo le
reclamara por ella- y Quina sufría y mi corazón sufrió junto con ella. No sé,
pero como que no la imagino sin su viejón.
Cuando llegamos a ver a
Quina, de sus hijas sólo estaban dos de su estirpe y una acoplada, valientes
como siempre, al pie del cañón, cuidando a Quina y honrando a su padre. Nos
vimos, nos abrazamos y lloramos juntos.
Yo perdí a un buen cuate, nunca
llegamos a ser amigos, nos faltó tiempo. Me hubiera gustado llegar a conocerlo
más. Y no es que fuera difícil conocerlo o difícil de coincidir con él, bastaba
con ir a su casa, la cual siempre tenía las puertas abiertas para todo el que
quisiera visitar. Lo que sucede más bien es que normalmente elegimos ser amigos
de personas que tienen algo de interesante o de misterioso y él, era todo lo
contrario, una persona transparente y sencilla. ¡Nos la complicamos de a
gratis!
Hablando de su sencillez, recuerdo que llegamos a hacer carnes asadas
sin asador. Un par de tabiques, una rejilla de no sé dónde, un poco de carbón y
¡listo! Preparado el fogón ya nomás era cuestión de echar la carne al asador.
Delicias culinarias con gente deliciosa. Así también era Mochín.
El mejor legado de Mochín: sus Hijas, luchonas, trabajadoras,
independientes pero eso si malhabladas cual carretonero pero eso si muy decentes.
Finalmente, el mundo perdió a un buen hombre, de esos que de
vez en cuando manda Dios para demostrarnos que así como hay malvados, hay buenos.
Tenía el alma blanca a tal grado que su más grande maldad era
ausentarse de su sala cuando llegaba alguien que no era de su agrado. Simplemente
le decía a su esposa en un acto «totalmente inaudito»: -diles que estoy
dormido-, bofetada con guante blanco.
Pero no todo es pérdida,
Mochín se fue con todo y su noble corazón a pasar el Día del Padre celebrando
con el Padre de Padres: ¡DIOS!, lo que no se vale es que se haya marchado sin
avisarme.
Para mi padre, que me
enseñó a ser hombre, ¡mi amor y un abrazo!
Para ti Querido Lector,
para que no se te olvide tu padre, un abrazo.
El Escribidor
2 comentarios:
A mi tambien me molestaría que no me avisarán a tiempo, desde chica se me quedo un poema muy grabado, "en vida hermano, en vida", por eso ahora ya si me avisan o no me avisan, me quedo con la satisfacción que en su momento estuve bien.
¡Buen escrito!
La redacción es limpia y fluida, sin errores graves. Quizá sólo habría que revisar algunas pausas que hacen falta. Me gusta la sensibilidad de lo cotidiano del blog.
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