Monterrey, N.L. a 4 de
mayo de 2020
Voy a hablar de religión, a lo mejor piso algún callo, pero
como diría el Chavo del Ocho: -fue sin querer queriendo.
De Oriente nos llega mucha cultura, historia e inclusive de
allá vienen las religiones más acendradas para mi gusto. De aquellas lejanas
tierras nos llega el Jainismo, el Budismo, el Zoroastrianismo, el Shintoísmo,
el Islam y otros muchos ismos.
Pero principalmente
de allá llega mi religión, la que reconozco como la mera mera, el Cristianismo.
¿Por qué se le pegó en gana a Dios Padre que Cristo y
nuestra fe nacieran en esos cálidos y recónditos parajes? ¡Sepa! Yo creo que
tiene que ver con lo complicado que es vivir en esa zona y en especial en el
desierto (les recomiendo leer en mi blog El Desierto, 25 julio 2007) donde se
prueban los hombres y su fe. ¡Qué mejor lugar para determinar si tenemos una fe
de a mentiras o de a «deveritas! –como diría la menor de mis hermanas.
Total que quiero contarles un cuento que me encontré en
internet y que muchos se adjudican como propio, pero la verdad considero que ha
de ser uno de esos que se le ocurrió a algún personaje de oriente que se olvidó
de ponerle el Copy Right y pues ya cualquiera pudo decir
que él lo hizo.
Pero vayamos al cuento que es lo importante en este escrito
y después lo desmenuzamos.
Dice así:
«Un maestro sufí estaba viajando con uno de sus discípulos.
El discípulo era el encargado de cuidar del camello.
Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era
obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo
dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar, le dijo a Dios: Encárgate del
camello, y se durmió.
Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se
había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa. El maestro preguntó: -¿Qué
ha pasado?
¿Dónde está el camello?-No lo sé -dijo el discípulo-.
Pregúntaselo a Dios,
Porque yo le dije a Él que lo cuidara; y como yo estaba
cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy
claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y
como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te
enfades conmigo.
El maestro dijo: -Confía en Dios, pero primero ata el
camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. Si quiere atar el
camello, tendrá que usar las manos de alguien; pero no tiene otras que las
tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y
más fácil es usar tus manos. Confía en Dios, no confíes sólo en tus manos; de
otro modo estarás tenso. Ata el camello y después confía en Dios. »
Vamos a situarnos en el contexto para poder sacarle el jugo
al relato.
Primero, el camello en esos lares viene a ser algo más que
un medio de transporte, son tan importantes para la gente de allá que llegan a
ser inclusive un símbolo de estatus. Cuantos camellos tienes indican qué tan
rico eres.
Esta la figura del maestro el cual lejos de actuar de manera
sobre protectora y paternalista dejó que el discípulo se hiciera responsable de
esa riqueza. ¿Les suena familiar, Lectora, Lector Queridos? ¿No se parece mucho
a la libertad de elección que Dios nos regaló? Justamente eso es lo que
representa, Dios otorgándonos nuestro libre albedrío.
Era el desierto, era de noche, estaban cansados. ¿A qué les
suena? ¿No es un poco es la pandemia, estamos en casa sin poder salir, estamos
cansados? Es decir, normalmente las pruebas aparecen de la manera más insospechada.
Sin decir: ¡Agua va! Nos llega el ramalazo de la epidemia y de la confinación.
Y ni a quien reclamarle. Debe ser mucha la impotencia que muchas personas
debieron sentir, acostumbrados a reclamar sus derechos. Más de un@ debe haber
pensado: -hay que hablarle al gerente. Pero ¿saben una cosa? Ese gerente no
toma llamadas.
Finalmente está el discípulo, o sea tú mismo, que en un
gesto de flojera y comodidad dejó su misión más importante al azar, que al cabo
Diosito me lo va a cuidar. Claro, ¿Y tu nieve de limón de qué sabor la quieres
discípulo flojo? Así no funcionan las cosas. Tenemos un dicho, el equivalente
en occidente, que dice: A Dios rogando y con el mazo dando.
Es decir, pide las cosas como si todo dependiera de Dios
pero actúa como si todo dependiera de ti. Dicho de otra manera, está muy bien
creer que para Dios no hay imposibles pero es una realidad que no podemos
manipularlo a nuestro antojo y hacer que Él haga lo que nos corresponde a
nosotros.
Que quede bien claro Él no va a hacer lo que nosotros con
nuestras manitas debemos hacer.
Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo bien fuerte no
le aunque que haya coronavirus.