miércoles, 13 de mayo de 2020

La nueva normalidad

Monterrey, N.L. a 12 de mayo de 2020


No sé si ya te platiqué Lectora, Lector Queridos acerca de mi animadversión hacia las mudanzas y los cambios radicales en mi vida. No se trata solo de la resistencia al cambio nada más por molestar, es más que nada una resistencia a tener que adquirir nuevos hábitos y el tener que adaptarme a costumbres nuevas.

Ahora bien, resulta que con esto de la pandemia, todo lo que consideramos «normal» se nos fue por un traste y nuestra vida cayó en el «limbo». De hecho, ya hemos estado hablando de los efectos de la pandemia en nuestras vidas y trabajos y ahora quiero abordar el tema de lo que sucederá cuando todo este teatrito se termine y volvamos a la «normalidad».

Los gringos le llaman a esta nueva realidad «new normal» que se traduce literalmente como la nueva normalidad.

¿Pero qué es en si la nueva normalidad? Pues hagan de cuenta que es como volver a nuestra vida normal pero al estilo del tristemente célebre programa de Big Brother donde siempre las reglas cambian y lo que antes se valía simplemente ya no.

Sé que cuando el gobierno dé el banderazo y nos diga que podemos retomar gradualmente nuestra vida, muchos se van a abalanzar sobre sus viejas costumbres solo para darse de topes contra la pared porque simplemente lo que ahí estaba ya no estará.

Por principio de cuentas, yo creo que se van a encontrar un montón de personas paranoicas que al mínimo estornudo huirán cual gacela asustada; eso sin considerar que de aquí a que el cubre bocas caiga en desuso van a pasar varios meses sino es que años; con decirles que ya hasta diseños de los más variados he visto. El cubre bocas llegó para quedarse, ¡eso sí que sí!

Por otro lado, la gente cambió sus hábitos de consumo y pasó de ser escépticos en la compra en línea a ser firmes creyentes. Descubrieron que no solo es seguro comprar por internet sino también es más práctico, cómodo y sobre todo nos evita el riesgo de contagiarnos de quien sabe cuántas enfermedades, entre ellas el Covid-19.

Otro cambio importante en el humano es la manera como aprende y se capacita.

En el Mundo A.C. (Antes del Covid) nos encantaba atestar las salas de capacitación y hacer eventos multitudinarios y hablar de capacitación por Youtube o alguna tecnología similar, simplemente era de flojera. Bueno en el Mundo D.C. (Después del Covid) seremos capaces de capacitarnos motu proprio y tendremos que ser capaces de controlar nuestros tiempos e incluso automotivarnos. 

Hablando de los negocios, en el Mundo A.C. en trabajar el casa era impensable y sólo las empresas más vanguardistas se daban el lujo de mandar uno o dos días al mes a sus empleados más leales –léase los más amaestrados. La pandemia mostró números fríos: para las empresas, el home office representa enormes ahorros en gastos por insumos, en energía eléctrica, espacios físicos, etc. además de disminuir el ausentismo y el estrés, aumentar la productividad y la lealtad de los empleados teniendo una mejor calidad de vida.

En un Mundo D.C. muy probablemente una parte de la plantilla laboral permanecerá en el esquema Home Office y eso ya no cambiará, esa es la nueva normalidad en el trabajo.

En lo social, en un Mundo D.C. es probable que la tendencia sea la disminución de la asistencia a los lugares públicos pero un aumento en el consumo en lo relacionado a servicios a domicilio, eventos vía internet, una mayor utilización de streaming para música y videos. No creo que los conciertos, la asistencia a los restaurantes o cines vayan a desaparecer, más bien la gente cambiará sus patrones de consumo asistirán pero de una manera más selectiva, eso sí cuidando siempre el distanciamiento social el cual se volverá un hábito para el futuro y más allá.

Por último, en la nueva normalidad, nos vamos a encontrar con gente un poco más amable con su entorno ecológico, un poco más solidaria y sobre todo más consciente de su fragilidad humana y de cómo en cualquier momento, puede suceder algo que cambie su vida y la cambie radicalmente. Creo que aprendimos a planear más en corto sin tanta soberbia. El vivir un día a la vez se volvió un grito de guerra.

La dueña de mis sueños –porque ya no tengo quincenas- se apanicó cuando platicamos de un cuadro sinóptico de gobierno donde indicaba las fechas y la manera como se reactivarían las actividades de la vida diaria porque está preocupada de salir diferente después de la pandemia y siente que no ha avanzado lo suficiente en su transformación. Me dio gusto saber que se preocupa por cambiar porque hay mucha gente que simplemente le vale y será exactamente igual que cuando todo este desbarajuste comenzó. Bien por ella.

Lectora, Lector Queridos, no estoy diciendo que esto ya se terminó, todavía falta, pero eso sí, debemos estar preparados para esta nueva normalidad, nos guste o no.

Te mando un abrazo, que te permita sentirte feliz y confortable en este clima de cambios,

 

El Escribidor


martes, 5 de mayo de 2020

Confía en Alá pero ata tu camello

Monterrey, N.L. a 4 de mayo de 2020


Voy a hablar de religión, a lo mejor piso algún callo, pero como diría el Chavo del Ocho: -fue sin querer queriendo.

De Oriente nos llega mucha cultura, historia e inclusive de allá vienen las religiones más acendradas para mi gusto. De aquellas lejanas tierras nos llega el Jainismo, el Budismo, el Zoroastrianismo, el Shintoísmo, el Islam y otros muchos ismos.

 Pero principalmente de allá llega mi religión, la que reconozco como la mera mera, el Cristianismo.

¿Por qué se le pegó en gana a Dios Padre que Cristo y nuestra fe nacieran en esos cálidos y recónditos parajes? ¡Sepa! Yo creo que tiene que ver con lo complicado que es vivir en esa zona y en especial en el desierto (les recomiendo leer en mi blog El Desierto, 25 julio 2007) donde se prueban los hombres y su fe. ¡Qué mejor lugar para determinar si tenemos una fe de a mentiras o de a «deveritas! –como diría la menor de mis hermanas.

Total que quiero contarles un cuento que me encontré en internet y que muchos se adjudican como propio, pero la verdad considero que ha de ser uno de esos que se le ocurrió a algún personaje de oriente que se olvidó de ponerle el Copy Right y pues ya cualquiera pudo decir que él lo hizo.

Pero vayamos al cuento que es lo importante en este escrito y después lo desmenuzamos.

Dice así:

«Un maestro sufí estaba viajando con uno de sus discípulos. El discípulo era el encargado de cuidar del camello.

Llegaron de noche, cansados, a la posada para caravanas. Era obligación del discípulo atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar, le dijo a Dios: Encárgate del camello, y se durmió.

Por la mañana el camello no estaba: había sido robado, se había ido... podía haberle ocurrido cualquier cosa. El maestro preguntó: -¿Qué ha pasado?

¿Dónde está el camello?-No lo sé -dijo el discípulo-. Pregúntaselo a Dios,

Porque yo le dije a Él que lo cuidara; y como yo estaba cansado, no tengo la menor idea. Yo no soy el responsable porque se lo dije muy claramente. No hay forma de que no lo entendiera: se lo repetí tres veces. Y como siempre enseñas que debemos confiar en Dios, he confiado. Ahora no te enfades conmigo.

El maestro dijo: -Confía en Dios, pero primero ata el camello, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas. Si quiere atar el camello, tendrá que usar las manos de alguien; pero no tiene otras que las tuyas. ¡Y es tu camello! La mejor forma de hacerlo, el camino más sencillo y más fácil es usar tus manos. Confía en Dios, no confíes sólo en tus manos; de otro modo estarás tenso. Ata el camello y después confía en Dios. »

Vamos a situarnos en el contexto para poder sacarle el jugo al relato.

Primero, el camello en esos lares viene a ser algo más que un medio de transporte, son tan importantes para la gente de allá que llegan a ser inclusive un símbolo de estatus. Cuantos camellos tienes indican qué tan rico eres.

Esta la figura del maestro el cual lejos de actuar de manera sobre protectora y paternalista dejó que el discípulo se hiciera responsable de esa riqueza. ¿Les suena familiar, Lectora, Lector Queridos? ¿No se parece mucho a la libertad de elección que Dios nos regaló? Justamente eso es lo que representa, Dios otorgándonos nuestro libre albedrío.

Era el desierto, era de noche, estaban cansados. ¿A qué les suena? ¿No es un poco es la pandemia, estamos en casa sin poder salir, estamos cansados? Es decir, normalmente las pruebas aparecen de la manera más insospechada. Sin decir: ¡Agua va! Nos llega el ramalazo de la epidemia y de la confinación. Y ni a quien reclamarle. Debe ser mucha la impotencia que muchas personas debieron sentir, acostumbrados a reclamar sus derechos. Más de un@ debe haber pensado: -hay que hablarle al gerente. Pero ¿saben una cosa? Ese gerente no toma llamadas.

Finalmente está el discípulo, o sea tú mismo, que en un gesto de flojera y comodidad dejó su misión más importante al azar, que al cabo Diosito me lo va a cuidar. Claro, ¿Y tu nieve de limón de qué sabor la quieres discípulo flojo? Así no funcionan las cosas. Tenemos un dicho, el equivalente en occidente, que dice: A Dios rogando y con el mazo dando.

Es decir, pide las cosas como si todo dependiera de Dios pero actúa como si todo dependiera de ti. Dicho de otra manera, está muy bien creer que para Dios no hay imposibles pero es una realidad que no podemos manipularlo a nuestro antojo y hacer que Él haga lo que nos corresponde a nosotros.

Que quede bien claro Él no va a hacer lo que nosotros con nuestras manitas debemos hacer.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo bien fuerte no le aunque que haya coronavirus.

 

El Escribidor


jueves, 30 de abril de 2020

Si quieres ver sonreír a Dios


Monterrey, NL a 29 de abril de 2020

Cuéntale tus planes. Así dice el dicho y así son las cosas.
Yo creo que es más fácil entender lo que nos pasa si lo vemos desde la óptica de nuestra realidad. Me gustaría saber –por pura curiosidad estadística- cuántos de los planes trazados con esmero y exactitud se vinieron abajo con esto de la pandemia.
Sería muy divertido ver la cara de los grandes hombres de negocios, recios en su carácter, decididos en sus planes y estrictos en su manera de ser, cuando les dijeron por primera vez: Don mandoatodomundo, sabe que el sr. Otroquemandaatodoelmundo no va a poder reunirse con usted. ¿Ah sí? y eso, ¿por qué? ¿No sabe acaso con quién está hablando? Este, si Don, pero resulta que está prohibido viajar por avión y pues los vuelos están retrasados o de plano cancelados. ¿Y eso por qué? Lo que pasa Don, es que hay una pandemia de coronavirus. Mmm puros pretextos para no trabajar.
Y se aplicó la contingencia no le hace que fueras morenito o güerito; chaparro o gigante; católico o musulmán; pobre o rico; bonito o más bonito. Todos a su casita a disque hacer Home Office, que no es más que otra forma de decir, vamos a capacitarnos On-Line, a jugar en el cel y a ver videos. Ah y a tener hartas juntas, finalmente hay que justificar el sueldo.
Los «lo quiero para ahorita» se cambiaron por los «¿Cuándo crees que me lo puedas tener?».
Las oficinas se cambiaron por salas.
Los trajes se cambiaron por pijamas.
El Stress se cambió por Relax.
Y ni quien pille por estos cambios de modalidad. Ni quien se queje –salvo sus deshonrosas excepciones que se aferran a quitarle lo hogareño a las videoconferencias de Home Office- por la humanización de la deshumanizada vida laboral.
 Hay un grupo de seres vivos que el Home Office les viene guango.
Puede ser la junta más importante del día y si al niño se le ocurre que quiere mostrarle su pictórica obra de arte en ese momento a su papá, pues va y se la muestra. Al fin y al cabo, el papá y su junta están invadiendo su otrora terreno y horario de juego. Y ni quien diga nada.
Las mascotas son otro caso que se cuece aparte, puede estar la clase universitaria virtual en pleno apogeo pero si al gato se le ocurre ir con su ama, aunque sea la maestra, rompiendo todo el protocolo va y se aposenta en sus piernas, como quiera suelen ser suyas. Y ni quien diga nada.
No podían faltar los campeones de la impertinencia, lo cuales a media reunión por video conferencia y en el momento de más seriedad, les da por afilarnos nuestros cuchillos, comprar nuestra chatarra o simplemente traernos una serenata no solicitada. Sólo se escucha un «disculpas» de aquel que, en un descuido, dejó encendido su micrófono. Sonrisas de fondo, un poco de relajación y la junta continúa. Y ni quien diga nada.
¿Y las agendas? ¿Y los planes estratégicos de negocios? ¿Y los planes personales? Excuso decirles que perdieron vigencia. No hay planes más allá de un mes. Aprendimos a vivir un día a la vez, una semana a la vez, un mes a la vez.
De hecho el dicho judío original dice: Nosotros planeamos, Dios se ríe.
Y como no se va a reír si los humanos en nuestra pequeñez creemos que tenemos el control de nuestras vidas. Creo que ya quedó más que claro que lo único que podemos controlar son nuestros celulares y nuestras televisiones.
A mí me da mucho gusto que Dios nos haya puesto un hasta aquí a todo nuestro relajo. Que nos haya puesto una pausa general para repensar nuestras vidas egoístas y llenas de materialismo. Que bien que nos puso cara a cara con nuestra debilidad humana –aunque pienso que se vio muy extremo pero de otra manera se me hace que no hubiéramos recapacitado.
Solo nos queda esperar a que nos den permiso para retomar el permiso de seguir con nuestras vidas. ¿Cuánto faltará? No los sabemos. ¿Cómo lo haremos? Ni idea. ¿Cómo seremos después de que todo este asunto concluya? Sepa.
De una cosa estoy seguro, cuando se den las cosas, ya nada será igual, queramos o no. Hagan de cuenta que nos quitamos un zapato después de mucho caminar y nos lo queremos poner de nuevo, no va a entrar. Así será, vamos a querer tomar nuestra vida normal y no va a entrar. Entonces, tendremos que evolucionar.
Lectora, Lector Queridos, los invito a que nos preparemos a una nueva vida sin saber cuándo llegará.
Les mando un abrazo evolucionado y con el permiso de Dios, para que no se ría,

El Escribidor

jueves, 23 de abril de 2020

Lo que la cuarentena se llevó


Monterrey, NL a 21 de abril de 2020

Es de esperar que cuando un humano pasa por algún proceso pase también por alguna transformación. Y este es el caso, estamos pasando por una situación totalmente insospechada y sería de esperarse que al finalizar todo el guateque nos encontráramos con mujeres y hombres diferentes a los que iniciaron el aislamiento social.
Mujeres y hombres con más competencias emocionales, culturales, sociales, espirituales y sobre todo, humanas.
Mujeres y hombres con capacidades reforzadas de resiliencia, fraternidad y solidaridad.
Pero, ¿quieren saber mi amarga teoría? Es muy probable que al final de todo este relajito, lo único que encontraremos será mujeres y hombres robustecidos en su egoísmo y en su cuerpo. Estoy hablando de la clase media alta para arriba. Porque desafortunadamente la clase media baja para abajo muy probablemente estará afectada por este embate global y serán más flacos en su economía y en su ánimo.
Quiero ejemplificar aquello de lo que estoy hablando.
El día lunes de esta semana -¿Qué semana estamos? No importa- tomé un Webinar titulado: «¡11 pasos para superar la crisis COVID-19!» –voy a omitir el nombre de la empresa y los actores para no meterme en líos gratis–. Hubo en esa conferencia un par de consejos que me sacaron roncha y quiero verlos a detalle.
El primero de ellos hablaba de que deberíamos estar atentos en estos tiempos porque son tiempos de oportunidades ya que muchas compañías van a quebrar y pues, es oportunidad para comprar mobiliario, maquinaria, carteras de clientes y demás cosas a un súper precio. No sé por qué se me vino a la mente la imagen de buitres revoloteando alrededor de animales moribundos. Ojo, no estoy peleado con aprovechar las oportunidades cuando tanto comprador como vendedor ganan. Lo que me enerva es la visión deshumanizada de comprar cuando el vendedor está urgido o necesitado, ¡nosevale! Una cosa es ser un buen negociante pero lucrar a costa de la desgracia de otros ya raya en la mezquindad.
El segundo decía que son tiempos de controlar los gastos. Decía el expositor –la misma chula persona que dio el consejo anterior y que se ufanó al nombrarse empresario de los que comienzan desde abajo- si necesitas bajar gastos deja de pagarle a aquellos que no te afecten a tu operación y pues siempre tendrás la oportunidad de ajustar gente, pero claro, ese consejo no te lo puedo dar yo. ¡Genial! Pura ética empresarial que habla de la calidad de persona. Yo creo que lo más importante en estos tiempos es salvaguardar la supervivencia de las empresas pero no a costa de la gente. Llegará el momento de tomar crudas decisiones pero esas serán el peor de los casos. Siempre hay un plan B. ¡nohayqueser!
Pero no crean que todos los casos son negativos, diría mi padre, de todo hay en la viña del Señor.
Hay un sacerdote, en una iglesia perdida en la lejanía y en el olvido de todos, que de alguna manera se dio cuenta que la gente de esa zona comenzó a pasar por carencias económicas derivadas del cierre obligado de las empresas. Y no hablo de gente que tendrá que dejar de tener lujos, hablo de gente que no tiene que comer.
El padre se puso a pedir ayuda a todo mundo para conseguir comida para su comunidad. Se encarga de recogerla, de repartirla para que le llegue a más gente. El se encarga de recogerla personalmente y de entregarla asegurándose de que llegue a las personas correctas. Pero no crean que nomás pide, también va y compra de su bolsa.
Vas a decir Lectora, Lector Queridos qué chiste, es un padre. Pues sí, pero hay muchas personas que simplemente se replegaron y no salen por miedo al contagio y este padre sigue trabajando con riesgo de contraer el susodicho virus. Yo digo que lo clonemos y lo repartamos por todo México.
Estamos viviendo un tiempo –cuarentena- que nunca nos había tocado vivir así, al menos no de manera global y estábamos tan acostumbrados a nuestra libertad que muchas veces y en muchas personas ya parecía más bien libertinaje y de pronto, ¡puf! Todo desapareció.
Viene a mí una pregunta muy inquietante y te la expreso: ¿Qué va a pasar después de que pase la cuarentena? Porque mucha gente se la pasa «responsablemente» en casa haciendo Home Office. Pidiendo comida a domicilio y distrayéndose con Netflix o cualquier otra compañía de streaming. Eso sin contar el tiempo que se la pasa en redes sociales. Se justifican diciendo que están pasando tiempo de calidad con su familia. ¿Tiempo de calidad? ¿Han visto Lectora, Lector Queridos una escena donde los papás están en el celular, los hijos en la Tablet y los abuelos nada más mirando?
Viene a mi memoria la parábola de los talentos, Mateo 25:14-30; ¿Qué le diríamos a Dios al final de la cuarentena si se diera el caso? ¿Cuánto habremos incrementado los talentos que nos otorgaron? ¿Seremos mejores personas? ¿Habremos aprovechado bien el tiempo o lo habremos desperdiciado en cosas inútiles?
No quiero parecer un aguafiestas, pero pienso que aún es estos tiempos de baja actividad, hay tiempos para trabajar, tiempos para divertirse, tiempos para descansar, tiempos para aprender y otros más. No se trata solo de estar trabaje y trabaje, pero tampoco se trata de estar nada más tirados en la hamaca porque al pasar todo esto, seguramente nos habrán subido la vara de la competitividad y habrá personas que si se superaron y serán mejores que nosotros en todos los sentidos y entonces, ¡atemblarsehadicho!
Te mando un abrazo fraterno y diferente para que tomes fuerza y retomes las riendas de tu vida,

El Escribidor

martes, 7 de abril de 2020

La dichosa cuarentena (tengo miedo parte III)



Monterrey, Nuevo León a 3 de abril de 2020

Desde algún lugar de mi casa donde no ha llegado el coronavirus pero si la cuarentena, emito un desganado pero desgarrador grito de fastidio.
Como lo dije en otro de mis artículos, sé que el coronavirus es sumamente contagioso pero también sé que afortunadamente no es tan letal, algo así como un 3-5. Pero gracias a que se pega más que las canciones de José José nos hemos visto en la penosa necesidad de poner una pausa a nuestro argüende y tal como lo haría un oso en el norte, tuvimos que caer en modo de hibernación.
Al principio no parecía mala idea. Descansar unos días sonaba pecaminosamente atractivo y he de confesarles que hasta me vi durmiendo hasta entrada la noche y levantándome entradito el día. Dije yo, pues que mejor que unas vacaciones no planeadas. No medí mis palabras.
Los primeros días, hagan de cuenta como niño con juguete nuevo. Traía el ánimo y tenía el trabajo necesario para hacer que mis horas de vigilia se fueran de volada. Pero resulta que de pronto a todo el mundo –literal a todo el Mundo- se le ocurrió poner pausa al programa.
De pronto mis citas se fueron espaciando, mis pendientes fueron disminuyendo, la actividad fue mermando. Omaigod, de pronto la actividad disminuyó de tal manera que comencé a llenar mi tiempo con libros, cursos, videos, etc. Es más ahorita estoy inscrito como a 6 Webinars y 2 cursos on line. ¡Haganmelfavor!
Y súbitamente, aquel sueño de descanso y placer se convirtió en una pesadilla donde descansar significa solamente cambiar de lugar en la casa. Con decirles que espero con ansias la publicidad de los proveedores y hasta el spam reviso. De pronto no hay rutina suficiente para llenar este tiempo. ¿Les había dicho que tengo una calculadora Canon LS-100TS con 27 teclas, Tax & Business? Lol.
Tal como sucedía cuando nuestros padres nos decían que era por nuestro bien cuando nos pedían que hiciéramos algo que nos desagradaba así nos sucede ahorita.  Habemos algunos que a regañadientes aceptamos el claustro, pero hay otros que de manera irresponsable continúan con su vida normal sin dimensionar el riesgo que corren de contagiarse y de propagar el latoso virus. ¡Nohayqueser! Si no lo hacen por ustedes, háganlo por su familia y por sus seres queridos. Guárdense y asosiéguense, ¿qué les cuesta? Si todos ponemos de nuestra parte pronto saldremos de esta y entonces si podrán andar de «pata de perro».
Es que la verdad, ver la manera como les pegó a nuestros amigos de China, España o Italia debería ser suficiente para que nosotros extremáramos precauciones y decidiéramos hacer lo que nos pegue en gana, pero eso sí, guardaditos en casa.
Yo veía esta enfermedad como muy lejana. Hasta un poco surreal. Pero me acabo de enterar que un conocido cercano tiene coronavirus. No sabe cómo lo contrajo, es más ni siquiera él sabía que lo tenía. Pero de una cosa estoy seguro, si es real.
Lectora, Lector Queridos, sé que son momentos muy densos y complicados por lo cual les sugiero varias cosas:
Primero: recordemos que lo más importante en este momento es enfocarnos en mantener la calma viviendo un día a la vez. No es necesario llenarnos de ideas acerca del futuro. No nos preocupemos por el futuro, ya lo dice la Biblia, Mateo 6:25 «Por tanto os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que el vestido?»
Segundo: ya hablamos de toda la desinformación a la que somos sujetos, pero de nosotros depende filtrar todo aquello que no nos sirva de nada. Dejemos entrar a nuestras vidas toda la información que sirva para levantar nuestro estado de ánimo. Recordemos que las noticias se nutren del amarillismo que viene de todo el mundo.
Tercero: establezcamos metas diarias alcanzables y disfrutables. Démonos premios en la medida que vayamos teniendo nuestros logros. Retemos a nuestro cerebro y a nuestro cuerpo para mantenernos saludables.
Cuarto: por favor cuidémonos, esta enfermedad se volvió pandemia por la irresponsabilidad de aquellos que pensaron que no pasaba nada. Debemos detenerla ya poniendo de nuestra parte. Estoy seguro que haciendo la parte que nos toca –salir poco, cuidarnos mucho- pronto estaremos hablando de esta situación como un amargo recuerdo y nada más.

Lectora, Lector Queridos les mando un abrazo enclaustrado que los llene de paz.

El Escribidor

martes, 31 de marzo de 2020

Ahí viene el coronavirus (tengo miedo parte II)


26 de marzo de 2020

Una cosa es el miedo al relámpago, al fuego, a los huracanes, a los volcanes, a los animales y demás. Eso estaba bien para el hombre de las cavernas dado que huir de esos fenómenos muchas veces representaba la diferencia entre morir o seguir viviendo y obviamente no contaba con Wikipedia para ayudarle a entender el por qué de esos fenómenos.

Otra cosa es el miedo a la oscuridad, a la lluvia fuerte, a los perros, a los bichos y otras cosas y tenerlo está bien para los niños. Se entiende que todavía no cuentan con la madurez ni con el conocimiento para enfrentar situaciones inesperadas.

Pero temerle a una enfermedad que, si bien es muy contagiosa pero para nada letal como otras muchas que hay, como que no es muy entendible para los adultos del siglo XXI que ya han visto prácticamente de todo –nos faltan los ovnis- y además los deja muy «mal parados».

En un siglo donde ya hemos visto de todo y prácticamente no hay secretos para nadie, seguir teniendo esos miedos primitivos como que ya está fuera de lugar y en ocasiones hasta nos hace ver ridículos. Basta con ver la infinidad de desinformación que circula por todos los medios y que hace presa fácil de la ingenuidad o de la ignorancia de la gente, y quiero detenerme a explicar a fondo el origen de esta situación: Las «señoras».

Cuando hablo de las «señoras» no hablo en el sentido misógino sino más bien, me refiero a una actitud que se presenta tanto en hombres como mujeres de cualquier edad o condición y que se caracteriza por la propagación de noticias, informes, novedades, «fun facts», estadísticas, recetas, pensamientos de famosos, etc. por demás ridículas y sin ningún fundamento ni certidumbre. Otros ingredientes que acompañan a esta acción son: la falta de un criterio que permita discriminar entre la información y la desinformación y una total irresponsabilidad sobre el efecto en las masas.
¿En las masas, Escribidor? ¿No estás exagerando un poco?

Lectora, Lector Queridos, no, para nada considero estar exagerando y he de presentar un par de ejemplos para sustentar mi atrevida y loca afirmación.

Ejemplo uno, transcribo la noticia: «Dos jóvenes fueron hospitalizados en Querétaro por hacer gárgaras con cloro y con líquidos de limpieza, luego de que leyeron en internet que así evitarían contagiarse de Covid-19». Sin palabras.

Ejemplo dos, mucho menos agresivo, recibí una llamada de una de mis hermanas muy angustiada porque leyó un Whatsapp que dice que debemos rociar nuestra casa con agua bendita y poner una cruz en la puerta de la casa porque la virgen se apareció y dijo que deberíamos hacer eso para evitar que el Covid-19 llegue a nuestra casa. ¿y si lo hace y se confía que de esa manera no llegará? ¿y si deja de seguir las instrucciones de las instituciones oficiales de salud porque al fin y al cabo ya está protegida? Total irresponsabilidad.

Y podría seguir enumerando una y mil noticias relacionadas con la pandemia y tendría material para una y otra página y no terminaría nunca. Lo que sucede es que desafortunadamente las noticias negativas reavivan nuestro morbo y hacen que corran como reguero de pólvora.

Volvamos a nuestro miedo de moda: el coronavirus. De por si es una enfermedad escandalosa por su manera de propagarse y por sus efectos en la gente mayor y los enfermos con algunas condiciones preexistentes, si a eso le sumamos toda la desinformación que las «señoras» con sus poderosos celulares y múltiples horas de ocio son capaces de generar y propagar. Agreguemos una humanidad que no se queda quieta por más que se les sugiere o en algunos casos hasta se les ordena y tenemos como resultado de esta ecuación una pandemia que por más que se esfuerzan nomás no se calma. Un mundo colapsado económica y anímicamente atiborrado de desinformación para intranquilidad de todos.

Y es que el miedo es medio convenenciero o más bien somos medio convenencieros con el miedo. Nos apanicamos para poder hacer «home office» pero lejos de ver a la gente atrincherada en sus casas, las encontramos en los centros comerciales, en los parques, de paseo, nombre, ¡así no se puede!

Pero eso si, esas «señoras» te piden que te laves las manos y la cara, que te cambies de ropa, que desinfectes hasta los desinfectantes, ¿así po’s cómo?

Ahora bien, habemos gente con un miedo real y auténtico que nos permite permanecer alertas ante los peligros pero que aunado a un pensamiento crítico impide que nos quedemos pasmados sin hacer nada. Una perfecta dosis de miedo y una perfecta dosis de valentía.

Quiero enfatizar tres puntos acerca de la pandemia Lectora, Lector Queridos,

Primero, te recomiendo que le pierdas el respeto al coronavirus, ojo, no te digo que bajes la guardia, más bien lee sobre él en páginas confiables donde te puedas enterar de los pormenores de la enfermedad pero sobre todo, de la manera de evitarla.

Segundo, recuerda que nada es para siempre y esta pandemia no es la excepción, si bien nos ha paralizado, llegará el momento en que decaerá y ese será el momento de retomar el control de nuestras vidas.

Tercero, te voy a recomendar lo que escuché decir a la dueña de mis quincenas a su padre al sentirlo angustiado por estos tiempos raros y complicados: vive un día a la vez. Lo dice la Biblia en Mateo 6:34 -Por lo tanto, no se angustien por el mañana, el cual tendrá sus propios afanes. Cada día tiene ya sus problemas-.

Este es el momento de enfrentar nuestros miedos pero desde una trinchera de información y de paz. Evita leer o ver noticias que lo único que causarán en ti será una oleada de angustia e intranquilidad. Bloquea a las «señoras» y aprovecha estos tiempos de tranquilidad forzada para reevaluar donde estás y hacia donde te quieres dirigir.

Lectora, Lector Queridos, te mando un abrazo fraternal y libre de coronavirus y de «señoras».

El Escribidor

miércoles, 4 de marzo de 2020

Yo sólo estoy de paso


                                                           Monterrey, Nuevo León, a 3 de marzo de 2020

«Yo sólo estoy de paso» se volvió mi grito de guerra y mi protección contra la comodidad y la dejadez, pero antes de explicarles por qué permítanme ponerlos en contexto Lectora, Lector Queridos.

Acúsome de haber buscado siempre en mis anteriores empleos la duración más que la superación. A mis ojos y a los de mucha gente, mientras más años tenía un individuo en la empresa más digno de admiración era.

-¿Cuántos años tienes ya en la compañía? ¿Quince? ¡Wow! Tu sí que eres un buen empleado.
Cuando a mí me preguntaban sentía pena, puesto que lo más que había durado hasta mi penúltimo empleo, fueron tan sólo seis años.
Es que la verdad, más o menos al tercer año de entrar a un nuevo trabajo comenzaba a sentir un escozor en mis nobles músculos mayores que me hacían comenzar a imaginarme en una oficina nueva, con gente nueva, con nuevas metas y nuevos logros y comenzaba la búsqueda.

Pero en mi penúltimo no fue así. Llegué, deshice mis maletas, acomodé todos mis tiliches y me dediqué a trabajar. A trabajar como negro para vivir como blanco –perdonen mi chiste racista.

En pocas y llanas palabras: me acostumbré.
Según una definición que encontré en internet, acostumbrarse es dejar de encontrar molesta o extraña cierta cosa o persona; pues bien, dejé de sentir extraña o dejó de molestarme la oficina en la que entré y las personas con las que trabajé.

Y vaya que era una oficina nada cómoda, pero con la costumbre como que se le pierde el asco y hasta se le toma cariño.

Y de la gente, (en serio que no quiero ser peyorativo) pero como que no éramos de la misma calaña y la verdad ni leíamos los mismos libros; es más, ni siquiera gustábamos de los mismos hobbies. ¡Éramos diferentes pues! unidos por un mismo logo y una misma nómina.

Y pasaron los años, de pronto sin darme cuenta ya tenía ¡doce años! Me volví uno de los más «viejos» y entiéndase por eso, los que más tiempo tenían en la empresa. O los que más aguante teníamos porque eso sí, había que tener aguante para durar ahí.

Yo decía que en la oficina había dos tipos de personas, los que tenían las manos lisitas y las rodillas abolladas de tanto pedir permiso. Estábamos por otro lado, los de manos coloradas de tanto recibir manazos por no consultar cada acción a realizar. Y a todo se acostumbra uno, menos a no comer –diría mi padre.

Y dejó de ser molesto para mí el hecho de renunciar a mis sueños por ayudar a otro con los de él. Viví adormecido y luché como nunca por lograr metas nunca antes pensadas.

Y dejó de ser extraño para mí el hecho de ver transcurrir los años sin seguir un objetivo personal y sin metas que me definieran a mí.

De pronto un día tuve una epifanía y me pregunté: -¿Qué hago aquí? Y empaqué mis cosas y guardé mis tiliches y me fui. Doce años se resumieron en tres días. Me prometí nunca más volver a acostumbrarme.

Busqué y encontré una nueva compañía que cubriera mis necesidades básicas y no más; al fin y al cabo, yo solo estaría de paso.

Así fue, oficina nueva, gente nueva de una calaña diferente, nuevos jefes. Nunca vacié mis maletas ni saqué mis tiliches. Todo se sintió molesto y extraño. No importaba, yo solo estaba de paso.

Comenzaron a pasar los días y comenzaron a pasar las cosas pero yo inmutable al fin y al cabo, yo sólo estaba de paso.

Trabajé duro, así soy yo; pero ya no perseguí sueños de otro, yo solo estaba de paso.

Un día el jefe me mandó llamar para reclamarme porque siempre decía que solo estaba de paso y que eso afectaba el clima laboral. Me pidió dejar de decir eso, el creyó que yo acepté. Cual Galileo al salir de su oficina dije: yo sólo estoy de paso.

De repente un día, todo se volvió más molesto y más extraño, recordé mi promesa. Entregué las cosas prestadas para trabajar y me despedí para empezar, o mejor dicho, para continuar con mis sueños.

Y ahora todo se siente a gusto y familiar, lucho por una vida, hombro a hombro con quien amo. Ahora sí, ¡así si baila mi hija con el señor!

Para ti, para quien no estoy de paso, te mando un abrazo.



El Escribidor

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